martes, 30 de agosto de 2011

La guerra del estramonio.

Los regidores de algunos ayuntamientos de esta nuestra asombrosa España han ordenado el arranque de todas las plantas de Datura stramonium asentadas en sus términos municipales. La higuera loca, que es una de las muchas formas en que se llama a la planta, ha merecido la pena capital por cometer el terrible delito de "haberse dejado ingerir" por algunos miembros de ese sector de nuestra juventud capaz de hacer cualquier cosa  con tal de "colocarse". Pido a los dioses que la fitofagia festiva no se convierta en parte esencial de los innumerables botellones y "guateques" al uso de nuestros inmaduros. La flora española, una de las más amplias del hemisferio norte, es rica en especies tóxicas y son muchas las plantas con contenidos más o menos altos de sustancias psicotrópicas que vegetan en nuestra vecindad. La familia de las solanaceas, a la que pertenece el estramonio,  extiende sus especies por todos nuestros  huertos y jardines - muchas son comestibles o de interés ornmamental-, por las cunetas de nuestros caminos y en los múltiples baldíos y muladares que rodean la mayor parte de nuestros pueblos. Si nuestras ínclitas autoridades, espoleadas por el afan de buscar algún culpable que nos permita eludir la responsabilidad de nuestros dislates, declaran la guerra preventiva a nuestro entorno vegetal,  podremos dar un espectáculo  digno de las mejores comedias del cine mudo. Me imagino a los operarios municipales arrancando patatas, pimientos,  tomates, y otros parientes del terrible estramonio, sin perdonar a otros presuntos culpables como las adelfas que adornan jardines y carreteras o las preciosas dedaleras de nuestros montes. La naturaleza está llena de plantas tóxicas capaces de provocar la muerte y de animales que, ¡sin haber sufrido las torturas de la ESO!, saben que no deben comerlas y no las comen. ¡Asombrosa sabiduria  la de las vacas y las cabras! 
Vivimos en un país en el que, si a un niño  lo atropella un autobús cuando patina imprudentemente en la calzada, el ayuntamiento está obligado  a elevar hasta el metro y medio de altura la cerca existente alrededor de la pista de patinar y pedir disculpas a tirios y a troyanos. Si al manipular, con intenciones poco claras, una caseta transformadora  de alta tensión un presunto delincuente sufre una descarga, se levantará un clamor unánime  contra la compañía eléctrica por la "falta de seguridad de sus instalaciones" y todos se volcarán en condolencias para "la víctima".  En España la culpa siempre es de otro. Todo vale menos aceptar y exigir las responsabilidades derivadas de nuestras irresponsabilidades y de nuestras estupideces.

lunes, 22 de agosto de 2011

Los dineros para el papa.

Las Jornadas Mundiales de la Juventud, que acaban de terminar en Madrid, han dado lugar a una  catarata de informaciones y comentarios, a favor muchos de ellos y en contra otros tantos.  El leivmotiv de la mayor parte de las opiniones adversas al acontecimiento ha sido y sigue siendo el costo económico de los actos. Muchas voces han clamado contra el empleo de dinero público en las actividades de una organización privada que solamente interesan a una minoría de la población. Indudablemente la Iglesia Católica es un organización de derecho privado, al igual que otras muchas:  la Unión General de Trabajadores,  las Confederaciones de Empresarios, el Partido Socialista Obrero Español, el Partido Popular, Comisiones Obreras, el Barcelona Club de Futbol. el Real Madrid, la Cruz Roja, Médicos Sin Fronteras, etc.etc. Todas ellas reciben dinero público, directamente o provocando gastos en sus actividades. Creo que el desideratum de muchos está en un mundo en el que las subvenciones solamente se encuentren en la memoria. Pero las subvenciones siguen proliferando hoy y sin duda proliferarán aún más en el futuro. Lo que me ocupa en esta entrada no es tanto el dilema "Subvenciones sí. Subvenciones no" sino el clamor magníficamente orquestado contra un determinado gasto, que los organizadores niegan, mientras los escandalosos dispendios, con los muchas organizaciones públicas y privadas nos regalan cada día, solamente parecen merecer el silencio, cuando no el apoyo, de nuestros hipercríticos descontentos. Pero la cosa es mucho más comprensible  si estudiamos las pancartas de algunos de los que han protestado o si leemos entre líneas sus declaraciones.  Un anticlericalismo decimonónico se esconde en la utilización sesgada y falaz del los términos "laico" y "aconfesional" para negarle a los católicos del país el pan y la sal. Quien esto escribe se encaja a si mismo en el agnosticismo y el laicismo más exigente, laicismo que no puede pretender borrar los mil hechos culturales derivados de la historia católica de España en favor de una absurda "multiculturalidad" .

viernes, 12 de agosto de 2011

Los turistas también aprenden.

Los incidentes de los últimos días en Lloret de Mar suponen una llamada de atención sobre las consecuencias de que en España hasta el más lerdo sepa muy bien que incumplir las leyes no comporta ninguna sanción la mayor parte de las veces. No creo que sea frecuente en ningún destino turístico del mundo civilizado, ni tampoco en los de otros países con menos pretensiones, el que grupos de visitantes se atrevan a enfrentarse a las autoridades locales a botellazos y pedradas y que luego se dediquen a destrozar el mobiliario urbano con una fruición rayana en la vesania. Pero no debemos asombrarnos, los turistas no son tontos y ya conocen las costumbres nacionales mejor que nosotros mismos.  Saben que los locales de ocio no respetan los horarios de cierre, saben que el alcohol se consume sin medida ni control tanto en los locales nocturnos como en la vía pública, saben que en público y en privado hay una gran tolerancia en lo relacionado con el consumo de "ciertas sustancias", saben que los precios de las bebidas son muy inferiores a los que rigen en sus países, saben que muchos comportamientos que en sus lugares de procedencia los llevan irremisiblemente ante un juez aquí se les permiten e incluso se les "ríe la gracia". Saben también que en ciertas zonas de nuestra geografía, se ha renunciado a cualquier intento de ser un destino turístico de "calidad" y lo único que se esfuerzan en ofrecer al visitante es "sol gratuito y alcohol barato". Con esas premisas somos un foco de atracción para masas de individuos inmaduros, de muy escasa cultura, menos poder adquisitivo y nulos condicionante éticos, que nos llegan desde todos los confines de Europa. A muchos ayuntamientos, hoteleros y hosteleros les encantan estos huéspedes porque no demandan calidad,  ni en los alojamiento y los servicios,  ni en el urbanismo y el medio ambiente. Es cierto que son gentes que dejan poco dinero, pero a cambio de él reciben muy poca cosa: alcohol de mala calidad a precios de saldo y arena de playa más o menos limpia. Las palabras grandilocuentes de los munícipes de Lloret  tras los incidentes son casi tan ridículas como las de los representantes de los hosteleros de la población, que con increíble cinismo pretenden convencernos de que la solución al problema está en prolongar la apertura de los locales hasta el amanecer para que los borrachos se vayan directamente a sus hoteles.

jueves, 11 de agosto de 2011

Nosotros somos pacifistas.

Los señores del 15 M y sus corifeos están multiplicando sus declaraciones de repudia a los acontecimientos de Inglaterra, desmarcándose de los "indignados" londinenses y, aprovechando el tirón, de sus homólogas chilenos.  Sesudos politólogos, profundos sociólogos y otros "doctos" diversos se han apresurado a señalar las grandes diferencias  que existen entre el movimiento español y las turbas británicas. El racismo y la exclusión social de las minorías es, según esos estudiosos del tema,  lo que subyace en el problema inglés y la causa de la violencia desatada. ¿En Chile también han tenido los disturbios las mismas causas? No parece muy probable y, ante la duda,  nuestros expertos han preferido dejar el asunto de Chile para otro día. Al parecer otra de las grandes diferencias es que en España "los indignados" piden una evolución del sistema mientras que en otros lugares se inclinan por la revolución y la policía les pega tiros. ¿Se referirá este experto a la policía inglesa? Algunos se atreven a  afirmar cosas tan arriesgadas como que: el "15 M" es un movimiento social en toda regla,  horizontal, asambleario y no violento que, hasta sus pancartas, "tienen un lado humano". Parece ser que nos hacen el gran favor de no portar pancartas inhumanas. Loado sea Dios. 
En unas recientes entradas, que llamé "El 15 M" y "Redes sociales", expresaba mis temores acerca de la falta de virtudes democráticas de los movimientos de masas promovidos mediante la telefonía móvil y las redes sociales. También intentaba poner de relieve el peligro que conlleva la actitud, cuando menos "contemporizadora", de las autoridades y de muchas fuerzas sociales ante actuaciones de dudosa legalidad, o claramente ilegales, de esos grupos. Comparadas sus acciones con los sucesos británicos y chilenos, la no violencia  de los "indignados" españoles parece indudable. Pero, ¿Basta con no quemar edificios y coches para ser considerados pacíficos? ¿Es suficiente no saquear comercios para ser "no violentos"? Los señores del 15 M se han apropiado de diversos espacios públicos mediante la fuerza y la coacción y nuestras autoridades, al transigir en ello, han legitimado a cualquier otro grupo para considerarse con los mismos derechos y actuar de la misma forma. Todos hemos podido oír en la televisión y en la radio a los convocantes de las manifestaciones de protesta por la visita del papa utilizar los mismos argumentos  empleados por los señores 15 M para justificar sus ocupaciones de calles y plazas para no aceptar los cambios que las autoridades, con el loable fin de evitar altercados, quieren obligarles a adoptar en los recorridos de sus marchas de protesta. ¡Nadie puede quitarles su derecho a utilizar todas las calles de Madrid como y cuando deseen!. Dicen ellos.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Las ediciones de autor.

Vivimos tiempos difíciles para los escritores  noveles.  Cada día somos más los que, como ocio o como negocio, dedicamos parte de nuestro tiempo a la escritura y luego intentamos que nuestros escritos vean la luz. Ficción, poesía, ensayo, manuales técnicos, en cualquier  campo literario el número de autores y obras se incrementa año tras años de forma casi exponencial, mientras  la lectura en la sociedad española se estanca, o crece lentamente, y las editoriales sufren la crisis económica con una enorme virulencia.
Tratar de conseguir que algún editor acepte la publicación de sus obras es para la mayor parte de los autores noveles un viacrucis que suele terminar en el agotamiento y la renuncia. Muchos sellos editoriales, desbordados por el sinnúmero de originales que reciben, se encuentran a la defensiva; algunos anuncian que no desean recibir originales no solicitados, otros piden que se les envíen solamente "resúmenes de las obras, acompañados por el curriculum del autor".
En todos los tiempos, las ediciones  de autor, autoediciones, permitieron sacar a la luz libros que las editoriales al uso habían rechazado, generalmente por considerar no rentable su publicación. Desgraciadamente el elevado costo de las ediciones, con sus consiguientes procesos de  corrección, maquetación e impresión, hace prohibitiva la autoedición salvo para  opúsculos o para tiradas muy reducidas. Cuando el costo no supone un obstáculo para el autor, la dificultad de la distribución y promoción de las obras suele hacer que la mayor parte de los ejemplares impresos tengan como destino último pudrirse en algún trastero o almacén.
Internet es la solución más viable para aquellos que, fuera de los círculos editoriales tradicionales, buscan más la satisfacción de ver su obra publicada que la obtención de rendimientos económicos. Al margen de las web con las que las editoriales tradicionales se han incorporado al mundo del negocio electrónico, abundan en la red los sitios y las páginas web en las que los autores ofrecen sus obras  para su descarga en diversos formatos. Las descargas pueden ser gratuitas o previo pago, aunque esto último no suele ser demasiado rentable para los autores que no tienen un nombre acreditado.
En los últimos años ha surgido una nueva forma de autoedición en la que se combina la impresión en papel con la descarga desde la red. Se trata de empresas de servicios que ponen a disposición de los autores sus sitios web para "colgar" las obras y que además brindan, a los mismos autores o a cualquier otra persona, la posibilidad de obtener ejemplares impresos  "bajo demanda".  Salvo el costo de los ejemplares que quiera mandar imprimir, el autor no tiene que pagar nada. Debe quedar claro que no se trata de verdaderas editoriales sino empresas que se limitan a prestar determinados servicios a los autores. Estas empresas no discriminan las obras que se publican. El autor es siempre el responsable de los contenido y  el encargado de la corrección y maquetación del libro, que debe subirse a la web como archivo PDF o similar para ser publicado tal cual. Previo pago, las empresas suelen poner a disposición de sus clientes-autores un cierto número de servicios extras, como la corrección ortográfica, la maquetación profesional, la gestión del ISBN y del Depósito legal, para facilitar y mejorar la edición, aunque muchos de esos servicios tienen un costo elevado que los sitúa fuera del alcance de la mayoría.
La aparición de estas empresas, que en España tienen como único representante a Bubok Publishing S.L., ha supuesto la posibilidad de que muchos autores puedan ver sus libros impresos y puedan venderlos en la red  sin estar obligados a pagar por ello ni un solo euro.

En esta página de Bubok pueden encontrarse algunas de mis publicaciones.



martes, 9 de agosto de 2011

Redes Sociales

Los acontecimientos que estos últimos días sacuden Londres tienen un denominador común con los movimientos de masas que se vienen produciendo en distintos países desde hace unos meses. Las "primaveras árabes", las "indignaciones" en España y Grecia y otras manifestaciones del mismo estilo, asombran por la concertación y coordinación de los que participan y por la aparente ausencia de dirigentes. Las llamadas redes sociales se encuentran en la base de estos fenómenos. La velocidad con la que en estas redes se pueden difundir llamamientos y convocatorias solamente es equiparable a la que pueden conseguir las cascadas de mensajes cortos de telefonía móvil. Cascadas de mensajes que los españoles conocemos muy bien por sus efectos políticos tras los atentados de Atocha.
Al igual que otros avances tecnológicos soportados por Internet, como el correo electrónico o las ventas "en linea", las redes sociales están contribuyendo de forma muy importante a la conformación de las nuevas sociedades de la era global. La circulación sin límites de la información y la facilidad de comunicación instantánea entre los individuos han hecho que las nuevas generaciones puedan ver el mundo a través de un prisma que era inimaginable hace solamente veinte años.  A los nacidos antes de los sesenta nos resulta difícil apreciar muchas de las bondades de estos sistemas y tenemos tendencia a fijar nuestra mirada en las facetas negativas  que, naturalmente, también tienen. La falta de complicidad de mucha gente madura con estos  adelantos técnicos viene motivada, en la mayor parte de las ocasiones, por la dificultad que el aprendizaje de su uso conlleva para los que han tenido acceso a  ellos cuando ya no eran demasiado jóvenes. Muchas veces la dificultad de aprendizaje se disimula aparentando desprecio a los nuevos medios, y muchas veces ese deprecio oculta la envidia que los jóvenes, con su enorme facilidad para adaptarse a los nuevos sistemas, producen.
Pero no toda la desconfianza en las nuevas tecnologías  se debe al miedo generado por lo que no está a nuestro alcance. Las redes sociales y las  vías de comunicación electrónicas pueden ser muy peligrosas cuando se utilizan para mover masas. En la que quizás sea la mayor virtud de esos avances técnicos, la inmediatez de las comunicaciones, está su mayor peligro. Convocar a un número ilimitado de personas para reunirse "ahora mismo" en la Puerta del Sol, o ante la sede de un partido político, o en una determinada calle de Londres puede dar lugar a que la premura de la cita y la emotividad del mensaje convocante impidan el análisis reposado de las motivaciones y despejen el camino a  respuestas irreflexivas, con resultados muchas veces no deseados por los participantes.
Al peligro de la irreflexión de las respuestas hay que añadir el del anonimato de los convocantes. Para los ciudadanos corrientes es imposible descubrir el origen de una cascada de mensajes de telefonía o de comentarios en una red social y, por tanto, responden a la convocatoria confiados en la honradez y buena fe de desconocidos. A los que responden a la llamada nadie les garantiza que no existan intereses ocultos en la convocatoria. El anonimato de las convocantes permite salvar cualquier consecuencia  negativa de las concentraciones con la misma respuesta que obtuvo la  búsqueda de los culpables de la muerte del comendador: "Fuente Ovejuna, Señor". Fuente Ovejuna puede ser una excelente y muy hispánica respuesta a las demandas de un tirano, pero es una vulgar y monstruosa cobardía si se utiliza para ocultar a los responsables de un desafuero. Generalmente, salvo que los hechos resultantes de las convocatorias dieren lugar a profundas investigaciones policiales y rigurosas actuaciones judiciales, el anonimato permitirá a los convocantes mantenerse al margen de las consecuencias de sus actos. Y a veces ni siquiera necesitan utilizar el "Fuente Ovejuna",  siempre es posible achacar los desaguisados a "sujetos incontrolados", sujetos cuya existencia es muchas veces dudosa pero cuya evocación es siempre muy conveniente.

viernes, 5 de agosto de 2011

El 15 M

de José Manuel López Muñoz, el Domingo, 22 de mayo de 2011 a las 0:16
Estamos asistiendo al paradigma de la estupidez social. Si tuviesemos que creernos lo que nos están diciendo mañana, tarde y noche, los medios de comunicación, unos cientos, o unos miles, es lo mismo, de individuos tocando la guitarrra en la Puerta del Sol no solamente son una muestra del descontento social, que es seguro que lo son con todas las de la ley,  sino que tienen la solución de nuestros problemas. Las redes sociales con su cómodo anonimato y los periodistas con su necesidad de titulares llamativos han creado un monstruo que los políticos estarán obligados a destruir tarde o temprano.
 Facebook
  • Esa fue mi apreciación inicial del fenómeno 15 M. y creo que los acontecimientos posteriores me permiten afirmar quer no estaba equivocado. Los "Indignados" lucen unos comportamientos que ellos, y otros,  llaman pacíficos pero que incluyen ocupar por la fuerza espacios públicos, cortar la circulación  donde y cuando quieren, resistirse a la policía con tecnicas de guerrillla urbana, despreciar todas las instituciones, declarar explícitamente que  no aceptan la representatividad de las  autoridades electas y con ella el valor de los votos de  muchos millones de españoles, así como  intentar boicotear los actos de  constitución de las nuevas corporaciones locales. Pese a semejantes desatinos, esos señores creen ser mucho más demócratas que el resto de de sus conciudadanos y creen también que sus opiniones valen más que las de los que

jueves, 4 de agosto de 2011

Banderas y banderías.

España es un reino de banderas en el que con demasiada frecuencia se producen indeseables "guerras" de esos respetables símbolos. Como en la mayor parte de las naciones civilizadas, cada español tiene la posibilidad de cobijarse bajo un buen número de enseñas distintas. Un sevillano puede hacer ondear los domingos por la tarde la banderas del Sevilla C.F., en algunas ocasiones puede poner en la ventana de su casa el "NOmadejaDO" de la ciudad, puede sentirse identificado con la bandera blanca y verde de Andalucía, puede lucir con orgullo la bandera nacional en su coche y también puede sentirse satisfecho por tener el privilegio de acogerse bajo la bandera estrellada de Europa. Todas ellas son enseñas que identifican diferentes grupos de seres humanos; seres humanos que se suelen sentir representados por ellas y, de un modo u otro, las respetan y exigen que los demás las respeten. Las banderas, que nacieron para la guerra, pueden enarbolarse para fomentar la unidad del grupo, estableciéndose como vínculo visible entre sus componentes, pero también pueden usarse como forma de agredir y excluir del grupo a una parte de sus miembros.

Cuando, en partidos de la liga o de la copa, un aficionado del Real Madrid lleva al estadio la bandera nacional para oponerla a las que porten los hinchas del Barcelona, del Bilbao o del Sevilla está dando un mal uso al símbolo y ofendiendo a todos los españoles que quieren que esa bandera nos identifique a todos. Al hincha madrileño le debía bastar la bandera de su club para distinguirse de los aficionados del Barsa o de la Real Sociedad y si estos, además de los colores de sus clubs, llevasen las banderas de sus comunidades, el hincha madrileño podría como mucho enarbolar la bandera, roja estrellada, de Madrid. Lo más razonable sería que en estos encuentros deportivos entre clubs no se luciesen los signos de la nación ni los de las comunidades, sobre todo porque esos signos son muchas veces extraños a la mayor parte de los jugadores de unos clubs que se nutren de españoles de todas las regiones y de extranjeros de múltiples procedencias.

Se ha abierto una polémica acerca de una moda aparecida en nuestro circo nacional: Hay deportistas que celebran las victorias de las selecciones nacionales en la que militan luciendo las banderas de sus comunidades en lugar de la nacional. En algunas ocasiones se trata de deportistas que no se sienten españoles y que lucen la bandera de su "nación" como protesta o reivindicación, en otras los jugadores en cuestión son simples papanatas regionalistas que sufren de carencia de conciencia nacional, mal cada día más frecuente que suele ir ligado al poco sentido común. Tanto los separatistas como los papanatas deberían tener en cuenta que las selecciones nacionales se costean con los dineros de todos y que es poco honrado utilizar los impuestos de los españoles para ganar prestigio y dinero, a veces mucho dinero, y luego ofenderlos despreciando sus símbolos. Aquellos que no se sienten españoles deben luchar por la independencia de sus naciones pero, mientras las independencias llegan, deben abstenerse de formar parte de las selecciones del país que tanto odian y desprecian. Esa es la única actitud digna que pueden adoptar, aunque les cueste dinero y prestigio deportivo. Los papanatas regionalistas sin conciencia nacional deben aplicarse el mismo jarabey elegir entre dos opciones: pueden quedar bien con los del barrio o pueden jugar en la selección. Todavía menos aceptables son los casos en los que las banderas regionales, o autonómicas si preferimos llamarlas así, las utilizan para celebrar sus triunfos unos deportistas, de disciplinas más o menos individuales, a los que se les costean sus expediciones y sus entrenamientos con dinero público. Quizás en este último caso los verdaderos papanatas somos los españoles que costeamos con nuestros impuestos las agresiones y desprecios de esos sublimes patriotas. Patriotas a los que se puede recriminar el que acepten nuestro dinero, pero  que hacen bien en cogerlo, ya que no se les pide a cambio que vistan la camiseta roja ni que acepten ninguna otra “obligación humillante”. Si estuviese en sus pellejos yo también cogería las perras. Hace mucho tiempo que dejé de ver en los grandes deportistas héroes y paradigmas para la juventud. Los chanchullos en los impuestos, las residencias en paraísos fiscales, y esas  otras mil formas con las que se esmeran nuestros deportistas de élite para agradecernos los aplausos y los dineros que les dedicamos,  me fueron volviendo cada vez más escéptico en lo que se refiere a aquello de: “el cultivo del cuerpo engrandece el espíritu”.


miércoles, 3 de agosto de 2011

No nos representan

Los "indignados" vuelven a la carga. Con el pretexto de haber sido desalojados de la Puerta del Sol por la policía, retornan a las calles al grito de "No nos representan". Los media se  han reencontrado con un tema que les permite salir de la triste monotonía de informar casi exclusivamente sobre los problemas de la deuda. De nuevo se escuchan y se leen las informaciones y opiniones que buscan descaradamente  magnificar la protesta de los "indignados" y elevar a los altares sus motivos y propuestas. Creo que, por mor de nuestros dirigentes, la indignación es el estado de ánimo cotidiano de una gran parte de los españoles y pido a todos los dioses que no se le ocurra a esa gran mayoría salir a la calle con el mismo ánimo de monopolio de la razón con el que se manifiestan los señores del 15M. Ese grupo que, aunque algunos periodistas se empeñen en lo contrario, no tiene credenciales para representar a "la juventud española" ni a la población en general, solamente "es lo que es", un grupo de ciudadanos. Ellos proclaman a todos los vientos que ni los políticos ni las instituciones los representan y yo creo que tienen todo el derecho del mundo para sentirlo, para pensarlo y para expresarlo, pero pienso que, si creen en cualquier forma de democracia, deben aceptar que " Los indignados", "el movimiento 15M", o como quieran ellos  que se les denomine, solamente se representan a ellos mismos. Sean unos cientos, unos miles, o unas decenas de miles no se les puede conceder nada que al resto de los españoles no se les conceda y se les debe exigir todo lo que se exige al resto de los ciudadanos.
Resulta patético ver a muchos políticos, que desprecian el valor de los cientos de miles de legítimos votos que respaldan a los partidos minoritarios, hacerse lenguas de la excelencia de las demandas de los "indignados" y de la necesidad de "tenerlas en cuenta". Algunos de ellos buscan descaradamente el voto de "esos" descontentos , otros se encuentran atados, como muchos comentaristas y periodistas otras veces sensatos,  a lo "políticamente correcto"  y otros temen esa "mala prensa" que en los incidentes de orden público siempre cae sobre la autoridad.
 Si el azar, o la Divina Providencia, no lo remedia, ese monstruo de la democracia que llaman "indignados" se convertirá en una pesadilla para los gobernantes presentes y futuro. Bien claro lo dice el refranero "Siembra vientos y recogerás tempestades".