lunes, 19 de diciembre de 2011

El síndrome austriaco

Ahora, cuando todos queremos creer en el final del terrorismo de ETA y en un futuro sin víctimas ni victimarios, llega el momento de mirar hacia atrás, sin ira pero sin ceguera, para intentar comprender el pasado y presente de la sociedad vasca y para poder entrever su  futuro. Quizás el hecho que más llama la atención en el comportamiento de los dirigentes políticos que ostentan la representación de la mayor parte de la población de las tres provincias sea el afán de crear un caldo común en el que todos los que deberían sentir vergüenza por sus actos: asesinos, cómplices de los asesinos, jaleadores de los asesinos, indiferentes ante los asesinos; se unan a los  muertos, a los mutilados, a los heridos, a los amenazados, a los expulsados, a los insultados; para formar la nueva categoría de "víctimas de la violencia". Esa categoría  se extiende como una gigantesca ameba y poco a poco va englobando a la totalidad de la sociedad vasca. ¡Todos los vascos han sido víctimas de la violencia!; afirman con perseverancia los dirigentes del PNV, del PSE, de Ezker Batua  y de esos otros  que se llaman a sí mismo abertzales. Las  almas bienintencionadas posiblemente los crean  al considerar que, de una o de otra forma, cincuenta años de monstruoso terrorismo han debido afectar a todos. Eso es cierto. Pero ¡Ojo! ¡No  nos confundamos! Ese victimismo colectivo que se postula con tanta insistencia es solamente un intento de cubrir el pasado con una muy conveniente amnesia. El País Vasco se prepara para adoptar "el síndrome austriaco" como única manera de lograr que una buena parte de sus habitantes puedan mirarse al espejo sin sentirse indignos.
Desde la derrota de  Alemania en 1945 los austriacos prefieren no hablar de la guerra, y en caso de tener que hacerlo ponen por delante, de forma unánime, la condición de "primera víctima del nazismo" que, en la declaración de Moscú de 1943, los aliados concedieron al país a cambio de su futura neutralidad y del compromiso de entregar a la justicia los criminales de guerra. Si hubiésemos de creer lo que cuentan los austriacos, los únicos responsables de lo acontecido durante la guerra fueron los  nazis alemanes que controlaron el país desde su anexión al Reich, y ellos fueron solamente víctimas. Los pacíficos habitantes del país alpino prefieren olvidar que la anexión al Reich se hizo con la colaboración de un poderoso partido nazi austriaco, que las tropas alemanas no encontraron la menor resistencia cuando ocuparon el país, que la mayor parte de la población austriaca aceptó la anexión sin problemas y que muchos fueron los que colaboraron, y los demás callaron, en la persecución, deportación y exterminio de judíos, de gitanos, de comunistas y de cuantos  sufrieron el anatema nazi. Lo más triste es que esa interpretación farisea de la historia ha llegado a convertirse en dogma de fe para el común del pueblo austriaco.
No hemos de tardar mucho en ver como únicamente se escuchan en España las voces  infatuadas que proclaman a todos  los vientos que  lo acontecido fuera y dentro del País Vasco fue culpa del conflicto político causado por la sinrazón de España y Francia y que el pueblo vasco solamente ha sido la gran víctima. Se obviarán los cientos de asesinatos de ETA,  se potenciará el eclipse de los que sufrieron el terror en sus carnes, se negarán las cosechas de nueces del PNV, se silenciará cualquier alusión a la repugnante cobardía de los que vieron impasibles como se perseguía y se asesinaba a sus vecinos. En esa confortable visión del pasado, que se extiende como una mancha de aceite dentro y fuera de las vascongadas, solamente existirán las "víctimas de la violencia" y si alguno se atreviese a preguntar por el destino de los verdugos se le acusará de boicotear la paz. ¿La paz de los cementerios?

2 comentarios:

  1. De acuerdo con lo que dice, don José Manuel, eso tan infame de igualar a las "víctimas" nada inocentes (aunque algunos pasaban por allí) de entre los etarras cuando los tiempos del Gal que formó el Psoe, con los centenares de muertos inocentes (entre ellos niños, como se sabe) víctimas de estos fanáticos. No admiten igualación. Pero voy más allá: eso será en el mejor de los casos. Los del mundo abertzale y aledaños peneuveros simpre justificarán y exulparán a unos y condenarán como culpables o como víctimas inevitables a los otros. Para esta gentuza fanatizada, sanguinaria, cobarde y mentirosa, todos los que ellos y sus correligionarios han matado ha sido por culpa del Estado español, más aún, la mayoría de los asesinados (militares, políticos y fuerzas de seguridad) se lo tenían bien merecido por sostener una fantasmagórica opresión hacia ellos por parte de España. Así son las cosas. Frente a ello, lo único que veo es lo que con Aznar resultó lo efectivo: lucha policial con la ley en la mano, ninguna concesión política, desactivación de la financiación de la banda. Si a eso se añadieran medidas de higiene moral (y aun estética) como la reconversión de las cárceles en cárceles y de las penas en penas (las de ahora son de risa), la cosa quedaría redonda. En cuanto al futuro, pienso que, si hay voluntad política de verdad (de lo que creo que carece el nuevo Gobierno, mientras el Psoe sigue en su línea filoetarra de fondo) la cosa se plantea en términos de cambiar la ley electoral (en un sentido además más democrático) adoptando un sistema más igualitario del voto y más representativo, para desactivar y marginar a los partidos minoritarios y separatistas, que quieren acabar con España; y, si no eliminar el Estado autonómico (no caerá esa breva) recuperar al menos competencias como Educación, para reconducir la ideologización de las siguientes generaciones, amaestradas en el odio a la nación y en un nacionalismo artificial, narcisista y cateto. Si se quiere salir del hoyo, la cosa (en mi modesto entender) debería ir por ahí principalmente, y, claro está, teniendo que superar muchas dificultades.

    Un saludo muy cordial, don José Manuel.

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  2. Esperemos que en el futuro se aclare el panorama, mi querido D. Antonio, y podamos ser más optimistas. Saludos cordiales

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