sábado, 27 de octubre de 2012

Mis mejores deseos para Cataluña.

Muchas veces he manifestado la inconveniencia y la imposibilidad de obligar a nadie a sentirse español. Los catalanes parece que están llegando, de forma casi unánime, a un acuerdo para denostar a España y a todo lo que de ella les llega y para reclamar un estado catalán independiente, estado que sin lugar a dudas estará preñado de bienestar y progreso.
Yo no me siento ya con fuerzas para intentar rebatir los argumentos en que asientan esas falsas historias de Cataluña y España que, gracias a una impresionantemente bien implantada Formación del Espíritu Nacional (espíritu catalán y nación catalana, naturalmente), han impregnado el alma de una población que, curiosamente, está formada en más del cincuenta por ciento por inmigrantes del resto de España y sus descendientes de primera y segunda generación. Tampoco me considero capaz de rebatir esa falsa historia económica que convierte a los catalanes en las víctimas humilladas  de una depredación implacable, practicada por los castellanos y sus adláteres (léase, por los españoles todos) desde el principio de los tiempos. Creo que a los cantos patrióticos y las leyendas  histórico-políticas de ese pueblo cultísimo, martirizado por muchas generaciones de sádicos celtibéricos carentes del seni catalán, solamente podemos responder con nuestros mejores deseos para la nueva nación  y, una vez se consume la secesión,  esforzándonos en olvidar lo antes posible de la agresión constante a la que nos han sometido durante decenios.
Deseo de todo corazón  que los catalanes puedan vender todos sus productos, agrícolas e industriales, sin tener que rebajarse tratando con miserables compradores españoles. Deseo a los catalanes con el alma en la mano que, en enaltecimiento y protección de su lengua, sus gobernantes prohíban la impresión, en todo el territorio catalán, de escritos en lengua española  y castiguen con penas de prisión, o con la amputación de una oreja, la difusión de cualquier mensaje en tan repugnante idioma. Deseo fervorosamente que los catalanes encuentren una droga que ingerida por niños y adultos (obligatoriamente, claro) les haga vomitar cada vez que, inconscientemente, pronuncien una palabra en la lengua de Cervantes. Deseo sinceramente a los catalanes que los alemanes tengan a bien cambiar el nombre de SEAT por el de SCAT, aunque resulte menos eufónico, y que estén igualmente de acuerdo en reducir la producción de la fábrica de Martorel para adaptarla a la pérdida del despreciable mercado español. Deseo a los catalanes sin ninguna doblez que puedan transformar La Caixa en el Banco Nacional de Cataluña, aunque algunos españoles cancelemos nuestras cuentas. Deseo venturosamente a los catalanes que los ugandeses, libaneses, malteses y otros grandes pueblos declaren el puerto de Barcelona de interés para sus naciones, y así poder compensar la previsible disminución del tráfico de esa instalación marítima cuando deje de ser una de las más importantes puertas de España. Deseo cordialmente que los Catalanes encuentren la forma de que el AVE (deberán cambiarle el nombre, naturalmente, ¿AVC?) que comunica sus cuatro capitales de provincia logre alguna subvención (de Arabia Saudí, por ejemplo) para poderlo mantener en funcionamiento cuando el resto de los españoles dejemos de costear su déficit. Deseo ardientemente a los catalanes que los franceses cambien sus gustos en cuestión de chacinas y embutidos para que los señores de Casa Taradellas, Casademont, y otros muchos industriales, tengan la posibilidad de vender sus salchichones y butifarras antes de que se pudran en sus almacenes. Deseo con la mayor humildad que todos los vinateros del Penedés  encuentren mercado para sus tintos, blancos  y espumosos sin tener que entenderse con los tiranos incultos que durante siglos han esclavizado a su pueblo y se han bebido sus caldos. También deseo a los catalanes que su red de embajadas crezca hasta abarcar el universo entero y que la lengua catalana sea adoptada por la ONU como lengua única y oficial para la concordia universal.  Deseo igualmente que los catalanes disfruten la rebaja de impuestos, la subida de pensiones, las mejoras sin límites en la protección social, que el señor Mas y sus colegas les han prometido para el ansiado momento en que la noble tierra de las cuatro barras de sangre sea ya la Tierra prometida y los catalanes hayan arrebatado a los judíos su condición de pueblo predilecto del Creador. Deseo finalmente que los catalanes puedan cantar armoniosamente el himno de los segadores cuando crucen  los umbrales de la nueva Jerusalén llevando a la cabeza a su Moisés barcelonés (el abad de Monserrat a la limón con don Oriol Pujol escoltarán al Sr. Mas que marchará bajo palio de oro y brocado portado por legítimos herederos de Wilfredo el Velloso). ¡Gloria a la Nueva Cataluña! ¡Alabado sea el Señor y bendito su Santo Nombre!

La desafección nacional.

Creo que los argumentos expuestos en esta entrada del blog de la primavera pasada se ven reforzados por los acontecimientos un día tras otro. Día a día se comprueba como el "buenismo nacional" no sirve para que los nacionalistas encuentren encaje en nuestra España, por muy "Plurinacional" que queramos hacerla y por muy "inclinados al diálogo" que se muestren nuestros dirigentes. Espero que Dios o los hados protejan a España, ya que los españoles somos incapaces de hacerlo.

Entre pitos y flautas.

Varios decenios han transcurridos desde que los nacionalismos, moderados y radicales, se percataron de la inconsistencia de la "Nación Española" e iniciaron, sin prisas pero sin pausas, el camino de la secesión de sus "naciones históricas". Un rosario infinito de actuaciones incontestablemente contrarias a la letra y al espíritu de la Constitución han ido jalonando la vida política española desde que se reinstauró la democracia hasta nuestros días. Muchas de esas actuaciones destacan por manifestar un desprecio absoluto a las ideas y sentimientos de una buena parte de los españoles. Un observador neutral podría deducir que los nacionalistas catalanes y vascos están lanzados a una carrera in crescendo de ofensas gratuitas a los que por el momento somos sus compatriotas.

La reciente polémica sobre la premeditada y bien respaldada "pitada" a nuestro Himno nacional durante la final de la Copa del Rey ha puesto de manifiesto una vez más la ausencia de conciencia nacional y el miedo a no ser políticamente correctos de la mayor parte de nuestros dirigentes políticos y de casi todos los periodistas que medran y vegetan en los medios de comunicación. Pero mucho más significativa que la actuación de políticos y periodistas ha sido la indiferencia con la que la gente ordinaria ha acogido el rifirrafe.

Parece ser que el que un buen número de dirigentes políticos nacionalistas pidiese sin ningún recato que los "hinchas" de sus equipos de fútbol se concertasen para pitar y abuchear al Rey y al Himno nacional no debe ser considerado más que como una muestra de la "libertad de expresión". Según ellos y sus apologetas el hecho de que el Himno y el Rey sean símbolos de España y de la convivencia de los españoles no puede ser un obstáculo al "ejercicio de las libertades democráticas". El que las ofensas a los símbolos de la Nación estén calificadas como delitos en el código penal no es, según ellos, más que un residuo de los vicios dictatoriales del pasado. Naturalmente la posibilidad de que al margen de lo que digan las leyes muchos, o pocos, españoles pudieran sentirse ofendidos por el ultraje a sus símbolos no sería más que una muestra de nacionalismo español "ultramontano y democráticamente inadmisible."

Pero la polémica no surgió como respuesta a esa tan democrática convocatoria de los nacionalistas sino como clamor hipócritamente escandalizado contra las manifestaciones de la presidente de la Comunidad de Madrid. Doña Esperanza no hizo más que denunciar la instrumentación política de la Copa del Rey por los nacionalistas y pedir que se adoptasen las medidas necesarias para impedirlo, pero su propuesta obtuvo como respuesta una descalificación irracional por parte de la mayor parte de los dirigentes políticos, incluido su copartidario Basagoiti, y un silencio vergonzoso del resto. Provocadora, irresponsable, extremista, hipócrita, fascista, han sido algunas de las lindezas verbales que esas almas cargadas de talante democrático que dominan el panorama público hispano han dedicado a la autora de la infausta propuesta de que no se permitiese la ofensa a los símbolos de la Nación.

Es curioso observar que son los mismos que predican el respeto a ultranza a las banderas, himnos y otros signos externos de las comunidades autónomas los que minimizan el valor de los símbolos comunes a todos los españoles y restan importancia a los ultrajes que, un día sí y otro también, sufre nuestra bandera. No es cosa nueva: desde los albores de la democracia la enseña nacional ha estado ausente del interior de las sedes de altas instituciones catalanas y vascas, como son los despachos de los presidentes de las dos comunidades, y de las fachadas de un sinnúmero de edificios públicos. Son pocos los países civilizados en los que hay que recurrir a las leyes para intentar que algunas instituciones públicas utilicen la Bandera nacional y en los que dirigentes de partidos políticos supuestamente democráticos promuevan y apoyen “guerras de banderas”.

Entre la presión constante de los nacionalistas y el “no tiene importancia” de las almas bien intencionadas, vemos como España se desliza hacia ese algo “discutido y discutible” que predicaba vesánicamente nuestro nunca suficientemente denostado Sr. Zapatero. Creo que se está acercando la hora de que los españoles nos planteemos seriamente la posibilidad de tener una vida mejor y más honorable en una España más pequeña y unida. Dice el refrán: A enemigo que huye, puente de plata.

lunes, 8 de octubre de 2012

Así está España. ¡Ya nos lo contaba don Benito!


Así hemos venido todo el siglo, navegando con sinnúmero de patrones, y así ha corrido el barco por un mar siempre proceloso, a punto de estrellarse más de una vez; anegado siempre, rara vez con bonanzas, y corriendo iguales peligros con tiempo duro y en las calmas chichas. Es una nave esta que por su mala construcción no va nunca a donde debe ir: los remiendos de velamen y de toda la obra muerta y viva de costados no mejoran sus condiciones marineras, pues el defecto capital está en la quilla, y mientras no se emprenda la reforma por lo hondo, construyendo de nuevo todo el casco, no hay esperanzas de próspera navegación. Las cuadrillas de tripulantes que en ella entran y salen se ocupan más del repuesto de víveres que del buen orden y acierto en las maniobras. Muchos pasan el viaje tumbados a la bartola, y otros se cuidan, más que del aparejo, de quitar y poner lindas banderas. Son, digan lo que quieran, inexpertos marinos: valiera más que se emborracharan, como los ingleses, y que borrachos perdidos supieran dirigir la embarcación. Los más se marean, y la horrorosa molestia del mar la combaten comiendo; algunos, desde la borda, se entretienen en pescar. Todos hablan sin término, en la falsa creencia de que la palabra es viento que hace andar la nave. Esta obedece tan mal, que a las veces el timonel quiere hacerla virar a babor y la condenada se va sobre estribor. De donde resulta ¡ay! que la dejan ir a donde las olas, el viento y los discursos quieren llevarla.
Benito Pérez Galdós, De Oñate a La Granja, pág. 45.

sábado, 29 de septiembre de 2012

El no ser del PSC.


Creo que los acontecimientos de los últimos días ponen de actualidad lo que yo escribía en este blog hace ya casi un año. Ahora el problema no es la elección de un secretario general, sino el posicionamiento ambiguo del PSC ante el independentismo de Convergencia. 

miércoles, 30 de noviembre de 2011


PSC. ¡Ser, o no ser, es la cuestión!

La posible, e incierta, candidatura de doña Carme Chacón a la secretaría general del Partido Socialista ha reavivado una vieja cuestión: ¿El PSC es parte del PSOE? Quizás la mejor respuesta la encontremos en la web del mismo PSC: "Aquest nou partit, el PSC, es constituïa com a partit sobirà, autònom respecte del PSOE, però amb un protocol d'unitat que establia la seva participació en els òrgans federals: l'Executiva, el Comitè Federal, i el Congrés. El PSC, per tant, és un partit sobirà federat al PSOE, i això el fa singular en el conjunt del socialisme espanyol ja que, tot i participar en els seus òrgans federals, té personalitat jurídica pròpia, finances independents i manté una total autonomia d'acció en el marc de la política catalana."
Está bien claro. El PSC es un partido soberano con personalidad jurídica y economía propias que, sin embargo, tiene derecho a participar en todos los órganos federales del PSOE. Esta peculiar relación está fundada en al acuerdo, de abril del 77, por el que se produjo la absorción de la Federación catalana del PSOE por el PSC. El partido socilalista catalán, pese a sus pretensiones "históricas" había nacido un año antes por la fusión de diversos grupúsculos socialistas catalanes. Un acuerdo tan asimétrico solamente puede hoy comprenderse teniendo en cuenta la indigencia de conocimientos políticos e históricos que caracterizaba a los dirigentes del PSOE de la época. Posiblemente sean muchos los que en el PSOE actual se asombran de la falta de visión de futuro que los llevó a desaparecer como partido en Cataluña, con la única contrapartida de intentar asegurar para el "socialismo catalán" la victoria en las elecciones del 77, e impedir con ello el triunfo de la "derecha".
Pero para comprender el problema no es suficiente conocer la situación "de iure", ya que en el quehacer diario la que vale es la "de facto". Basta echar la mirada atrás para comprobar como el PSC ha actuado siempre al margen del PSOE, e incluso en contra de sus intereses. Incapaces de enfrentarse a sus socios y dominados por un terrible complejo de inferioridad, los órganos federales del Partido Socialista han minimizado una vez tras otra la importancia de los desacuerdos y la iniquidad de las traiciones de "los compañeros catalanes". Quizás fue Pascual Maragall, primero alcalde de Barcelona y luego presidente de la Generalidad, quien comenzó a dejar ver sin ningún pudor que, en su partido, el catalanismo pesaba mucho más que el socialismo y desde luego mucho más que "lo español". Su deriva nacionalista llegó la cima con el nuevo Estatuto de Autonomía y con el consiguiente referendo, para el que el PSC utilizó el interesante lema "Sí: guanya Catalunya. No: guanya el PP". Su sucesor en la presidencia y en el gobierno del partido, José Montilla, demostró con su alianza con los independentistas de Esquerra Republicana, y con sus actuaciones como cabeza visible del "tripartito", como el afán de dejar de ser un charnego puede hacer que algunos olviden sus propios orígenes y las tierras de sus padres. Maragall y Montilla, con gran desilución de los no nacionalistas que los habían votado, no perdieron durante sus mandatos ni una sola oportunidad de demostrar su independencia del PSOE, ni de hacer gala de un catalanismo ultramontano en absurda competencia con los nacionalismos de CyU y de Esquerra Republicana. Triste es decirlo pero, olvidando que sus bases están nutridas preferentemente por esos a los que los nacionalistas radicales llaman charnegos y los más "caritativos" els altres catalans, el PSC ha querido demostrar por activa y por pasiva que ¡a catalanista no le gana nadie! y, claro, ¡así les está yendo en las últimas elecciones!
Ya se oyen voces que, desde dentro del PSOE, reclaman la denuncia de los pactos del 77 y la refundación del partido en Cataluña y son muchos más los que, aún a riego de ser tachados de anti catalanes, niegan a los miembros de PSC el derecho a alcanzar la secretaría general del partido. No es difícil comprender que, con parecidos antecedentes, el proceder de PSE esté produciendo la misma amarga frustración en muchos socialistas de dentro y de fuera del País Vasco, y que el problema alcanzará tarde o temprano a todas las federaciones del partido. Las recientes derrotas electorales pueden acentuar la disgregación del PSOE o, ¡ojalá fuese así!, servir de revulsivo y propiciar su regeneración. Seamos optimistas. Quizás algún día los "socialistas obreros españoles" intenten corregir los errores que, al apoyar a sus partidos "hermanos", los han hecho cómplices del deterioro creciente de la convivencia entre las regiones de España. Pero deben actuar con diligencia ya que el agua derramada es difícil de recoger y la desesperanza se está extendiendo como una mancha de aceite.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Nadadoras indignadas.

Los medios de comunicación llevan unos cuantos días dándole vueltas a esa carta en la que algunas deportistas, que habían formado parte del equipo nacional de natación sincronizada, denuncian las presiones y vejaciones a las que, durante años, las sometió su entrenadora. No ha llegado a mí ninguna información que me permita pensar que los hechos denunciados sean falsos y que las nadadoras mientan, pero sí debo decir con toda sinceridad que algo huele a podrido en Dinamarca. Esas señoras ponen el grito en el cielo por el trato verbal que recibían durante los entrenamientos y nos cuentan que se las "llamaba gordas" y que se les impedía "salir de la piscina para vomitar". Si la única expresión desagradable de la entrenadora era llamar gorda a alguna de las nadadoras, debo decir que  en la natación sincronizada el "lenguaje de trabajo" es versallesco comparado con ese, mucho más próximo a lo cuartelero que a cualquier otro argót, que se suele oír a todas horas en los gimnasios y estadios. Si verdaderamente la entrenadora las humillaba, me asombra que esas señoras hayan esperado a estar fuera de la selección y a que se relevase a la presunta tirana para realizar sus denuncias. El caso parece encuadrarse dentro de los que podemos calificar como de "indignación sobrevenida".
Todo el asunto tiene unos tufillos a hipocresía que me hacen desconfiar en la honorabilidad de las intenciones. Estos dimes y diretes encajan mejor con las venganzas de los que no fueron capaces de lograr sus objetivos y con los politiqueos federativos.  Enfín,  el tiempo dirá si yerro.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Adiós, Cataluña, adiós.

Una multitudinaria, y bien organizada, manifestación independentista ha venido a recordarnos a todos los españoles algo que muchos de nuestros líderes no quieren oír pero que los políticos catalanes, y la inmensa mayoría de los directivos y portavoces de las instituciones publicas y privadas de Cataluña,  nos vienen repitiendo día tras día, mes tras mes, año tras año: Cataluña no tiene encaje en España. Los catalanes no se sienten españoles. Cataluña está siendo expoliada por España. Cataluña tiene derecho a un estado propio. Cataluña quiere ser independiente de España.
No creo que  sea conveniente, ni viable, obligar a nadie a ser español, ni francés ni catalán, y todos los nacidos en España tenemos derecho a renunciar a la nacionalidad y buscar mejor acomodo en el concierto de los pueblos. Otra cosa es la segregación de un territorio, que durante muchos siglos ha formado parte de un estado, para constituir una nueva nación independiente. Cataluña no es una finca de los partidos políticos y si existe una titularidad de los derechos de propiedad del territorio esta corresponde a todos y cada uno de sus habitantes.No creo que todos los catalanes sean partidarios de la separación de España y me preocupa la manera en la que sería posible, llegada la secesión, salvaguardar los derechos de los que se sienten españoles. No sé, ni creo que nadie sepa, cual sería el tanto por ciento de independentistas necesario para justificar moralmente la toma de una decisión de tanta transcendencia para unos y otros. Es claro que los políticos arrimarán a sus sardinas las condiciones para que las mayorías necesarias se dispongan como convengan a sus intereses, sin reparar en zarandajas morales y otras cuestiones humanas políticamente intrascendentes.
Con la misma timidez y la misma dispersión de siempre, dirigente políticos e intelectuales de todas las raleas han salido al paso de la reclamación catalanista con los argumentos mil veces repetidos: La falsificación de la historia que hacen los nacionalistas, el victimismo económico carente de fundamento, la imposibilidad legal de la secesión, la solución federal de los problemas del estado, etc.etc.. Es increíble que señores tan sesudos no se hayan percatado todavía de que el independentismo actual de Cataluña, y el de otras regiones de España, está blindado ante la razón y es insensible a las razones. Treinta años de lavado de cerebro en las escuelas y la utilización masiva de los caudales públicos en favor de todo lo catalán y en contra de todo lo español, han hecho surgir nacionalistas radicales incluso en familias de inmigrantes  cuyas raíces están aun muy vivas en otros lugares de España. Creo que es inútil intentar remediar ahora lo que los errores de nuestra, tan alabada como colmada de barbaridades, transición a la democracia estropeó. Para desgracia nuestra, la cosa ya no tiene arreglo.
Tal como, con otros fines, afirmaba hace pocos días el Sr. Mas, creo que somos muchos los españoles que estamos cansados. Estamos cansados de la reivindicación continua de privilegios económicos por parte de esas que se convino llamar nacionalidades históricas. Estamos cansados de que se nos considere responsables malintencionados de pretendidas desgracias ajenas. Estamos cansados de someternos a las extorsiones de unas gentes que extienden una mano para exigirnos dinero y con la otra nos hacen higas y cortes de manga. Estamos cansados de que se nos ofenda sistemáticamente atacando nuestros símbolos nacionales mientras se nos pide que respetemos y reverenciemos los ajenos.  Creo que ha llegado el momento de que los catalanes, que siempre han exigido el derecho a decidir, decidan:  Una de dos. O dentro de España en igualdad con el resto de los españoles o fuera de España.
Pero una cosa debe quedar clara:  Fuera de España significa fuera de España. Me producen estremecimiento algunas de las cosa que hemos oído en el pasado y que se están repitiendo estos días: Según algunos políticos  de C.y U. y de otros partidos catalanes, la Cataluña independiente mantendría unas relaciones muy estrechas con España y, atendiendo a algunos significados líderes del mundo del fútbol, aunque Cataluña llegue a ser independiente y con federaciones deportivas propias, el Barcelona seguirá compitiendo en la liga  española de fútbol. etc.etc.  Vamos allá, algunos quieren teta y sopas y suspiran por poder oír misa y repicar. Juraríamos que muchos de los catalanes partidarios de la independencia no lo son tanto a la hora de buscarse la vida al margen de España. Me recuerdan estos señores a esos hijos de familia que se independizan de sus padres para no contribuir a la economía familiar ni tener que acatar las normas de la casa, pero que  siguen comiendo la comidita de mamá cuatro o cinco días por semana y todos los sábados siguen llevando la ropa sucia a la casa paterna  para que se la laven y se la planchen. ¡No!. No me opongo a que los catalanes se separen de España, pero antes tienen que comprender y aceptar que situarse fuera de España implica no esperar que Barcelona siga siendo la capital mundial de la edición de libros en lengua española. Fuera de España implica que muchos españoles preferirán comprar un coche fabricado en Valladolid, Valencia o Vigo antes que uno salido de una fábrica de Barcelona. Fuera de España implica que serán cientos de miles los titulares de cuentas de la Caixa que las cancelen para llevar sus dineros y sus nóminas a otras entidades. Fuera de España implica que las empresas con domicilio fiscal en Cataluña serán foráneas para España y para los españoles. Fuera de España es fuera de España, mis queridos compatriotas catalanes. Y no creo que necesitemos recordar a los orgullosos señores de las cuatro barras de sangre que para ser miembro de la Unión Europea hay que contar con la opinión favorable de los demás países, España entre ellos.










jueves, 9 de agosto de 2012

De tiendas con Sánchez Gordillo.

Estos últimos días el calor nos invita a permanecer a la sombra y a no hacer nada, ni siquiera pensar. Ha tenido que producirse la visita a unos supermercados de nuestro ínclito alcalde de Marinaleda, acompañado por sus acólitos del ahora llamado Sindicato Andaluz de Trabajadores (El antiguo SOC parece haber abandonado lo de Obrero y del Campo), para decidirme a sacudir la pereza y sentarme ante el teclado dispuesto a pergeñar una nueva entrada en el blog.
Creo que en estos momentos todos los españoles, y muchos de los que habitan más allá de los Pirineos, están perfectamente informados de la última genialidad de ese personajillo que ha sabido explotar la milenaria ignorancia de una parte nada desdeñable del campesinado andaluz para montar, en compañía de su inseparable Diego Cañamero, un tinglado político sindical que les ha permitido vivir del cuento los últimos treinta y cinco años. Digo vivir del cuento porque los proyectos y aspiraciones que emplean como bandera para obtener apoyo en las elecciones entran dentro de lo quimérico y porque gracias a esas quimeras ninguno de ellos ha vuelto a dar golpe en su vida.
Pero sería ingenuo despreciar los logros de tan insignes patriotas. Marinaleda, El Coronil, Casariche, son solamente los pueblos más conocidos de la media docena larga que desde la transición han constituido el feudo del SOC y sus creadores. De las prácticas “democráticas” que se han utilizado y se utilizan para controlar a los vecinos de la zona se cuenta y no se acaba. Practicas, a caballo entre las del más puro estalinismo y las del castrismo más paternalista, adornadas con algunos toques de revolución “kultural”, que han permitido a Gordillo y compañía mantener sus cargos políticos-sindicales elecciónes tras elecciónes. El SOC es como un PRI andaluz y desde hace muchos años los municipios dominados por tan singular sindicato constituyen un territorio comanche en los que la cultura occidental y la democracia parlamentaria brillan por su ausencia.
Cada vez que el señor Gordillo o alguno de sus fieles seguidores es noticia en la prensa siento que el sonrojo se apodera de mi cara y debo confesar que en esas ocasiones me avergüenzo de ser andaluz, aunque yo lo sea por decisión propia. La simple imagen de nuestro marinaledito ocupando la portada de un periódico, con su pañuelo palestino y su estética progre-mugrienta, imagen incompatible con el mundo en que los españoles creemos vivir, me produce una mezcla de consternación y tristeza tan enorme que ya no levanto cabeza en todo el día.  Pido a Dios que se apiade de mí y haga que, como le sucedió a Saulo, los señores del SOC se caigan del caballo y vean la luz (o por lo menos las estrellas). 

lunes, 30 de julio de 2012

Llegando al final.

Una muda petición de socorro se reflejaba en los ojos que le miraban con espanto. La boca, entreabierta, dejaba entrar y salir el aire con un sonido ronco y sibilante cuyo ritmo se aceleraba por momentos. El terrible estertor competía con el borboteo del oxígeno en el frasco de agua para romper el silencio que imperaba en la sala. Unos pasos apresurados y unas palabras a media voz le hicieron volver la mirada hacia la puerta. Dos enfermeros de pijama blanco se acercaban a la cama empujando un biombo. La blanca y ligera tela no tardó mucho en formar una muralla que lo liberaba de contemplar la agonía de quien había sido su vecino de cama las seis últimas semanas.
Se llamaba Agustín Ramírez y había ingresado en la sala de San Cosme el mismo día que él. Al principio le pareció la persona más optimista de todas las que había conocido en su vida. Ni la imposibilidad de tragar alimentos sólidos, ni el perenne incordio del tubo del oxígeno en la nariz, conseguían detener el torrente de chistes y gracias que por cualquier motivo surgían de su boca. A las pocas horas de estar juntos ya le había informado de que había sido camarero en el restaurante El Río hasta el día anterior a la operación, bastantes meses después de que le diagnosticaran el cáncer de pulmón. El tabaco, dice el médico. Puede que sea verdad. A fin de cuentas, fumar, lo que se dice fumar, he fumado. Dos paquetes de caldo de gallina al día, y comencé a los catorce. El primer día de estancia en la sala, apenas terminado de instalarse y sin darse un momento de reposo, le había hablado de su familia. La evocación que hizo de su difunta Luisa había sido un canto al súmmum de las virtudes conyugales. Mucho menos fervoroso fue el elogio que dedicó a sus dos hijos. La relación con ellos debía ser bastante menos fluida y mucho más esporádica; uno vivía en Málaga y el otro en Barcelona
La operación, a la que se había sometido Agustín nueve meses atrás, no había servido para gran cosa y el tumor, dotado con nuevos bríos, le estaba cerrando los bronquios además del esófago. A la dos semanas de llegar al hospital su respiración se fue tornando difícil y la angustia comenzó a apoderarse de todo su ser. La alegría y la cháchara de los primeros días dieron paso a silencios taciturnos y a un miedo pánico, perceptible en la expresión suplicante de su mirada. En los dos últimos días ni una sola palabra había salido de su boca.
Durante la noche, el continuo ajetreo tras el biombo no le permitió pegar ojo. La voz suave y enérgica de sor Herminia le mantenía en alerta. Las órdenes de la monja a los enfermeros se alternaban con las palabras de consuelo dirigidas a Agustín. Avanzada la madrugada, el runrún monótono del rezo del rosario se alzó sobre el sonido irregular de la respiración del moribundo. Sin apenas darse cuenta la machacona salmodia lo fue sumiendo en un venturoso duermevela. Faltaba poco para el amanecer cuando un significativo silencio precedió al rodar de la camilla. Un rato más tarde los enfermeros retiraron el biombo. La cama, desnuda de ropas, era el único testimonio del final de una vida.
El grupo de médicos y estudiantes se alejaba por el pasillo tras girar la visita de la mañana y el silencio se adueñaba rápidamente de la sala. Estaba semincorporado sobre el codo izquierdo, con la espalda apoyada en la almohada. Como cada mañana pasaba revista a la amplia estancia: de las dieciocho camas, cinco estaban vacías.
El suelo de San Cosme estaba pavimentado con mármol blanco. Eran losas enormes, casi tan grandes como las camas. Al principio su visión le había causado un enorme malestar pero, al cabo de unos pocos días, la curiosidad prevaleció sobre la aprensión y el suelo se convirtió en un entretenimiento. Cuánto tiempo lleva esto así. La pregunta se la había hecho a Julio, el enfermeros más viejo de la sala. No se lo puedo decir, pero yo llevo más de veinte años en el hospital y siempre lo he visto tal como está. Estoy acostumbrado a verlo y no les presto atención, pero a muchos de los que entran por primera vez los sobrecoge. He conocido algunos enfermos incapaces de mirarlas. Lo peor es para los familiares de los que están graves; más de uno sale de la sala llorando a causa de ellas. No les hubiese costado ningún trabajo ponerlas por el otro lado. Creo que en eso se equivoca usted; seguramente las otras caras no están pulidas. Tiene razón, debieron ponerlas boca arriba para ahorrar trabajo y dinero. El recuerdo de la conversación le hizo sonreír. Miró de nuevo la losa que quedaba al lado derecho de su cama: R.I.P. Dª Emilia Bustamante y Bustamante. Jaén 1821-Sevilla 1887. Tus hijos y tu desconsolado esposo no te olvidan. Se sabía de memoria la inscripción de la losa, como las de todas a las que alcanzaba su vista.
Los pocos amigos y parientes que lo habían visitado en el hospital se habían quedado asombrados por lo macabro de la solería. Especialmente notable había sido la indignación de María, su nuera, el primer día que habían ido de visita. El capellán del hospital fue el único que consiguió apaciguarla. Fue un convenio entre la Diputación Provincial y el Ayuntamiento. No había dinero para pagar pavimentos nuevos y en el cementerio se retiraban cada día las lápidas de las sepulturas que no se renovaban. En aquella época, igual que ahora, los sepultureros se las vendían por cuatro cuartos a los marmolistas, que las reutilizaban de forma más o menos honrada. Más de uno se llevaría una buena sorpresa si viese las lápidas de sus parientes por las caras de atrás. Emplearlas para estos suelos puede parecer fúnebre, pero es una forma de ahorrarle dineros a la diputación. A fin de cuentas, añadió el capellán, no es malo que los enfermos mediten un poco sobre lo efímero de nuestra existencia.
La rutina hospitalaria con su trajín mañanero había mantenido lejos de su mente los acontecimientos de la noche, pero al restablecerse la tranquilidad se le volvieron a hacer presentes los ojos horrorizados y suplicantes de Agustín. Intentó eliminar todo lo sucedido de su pensamiento pero, asaltado por la certeza de una muerte próxima y por la fugacidad de una vida que se le escapaba, le fue imposible alejar de su mente la terrible mirada. Solamente Dios sabía lo que le esperaba. Lo único seguro era que al día siguiente poco después del amanecer, los mismos enfermeros, armados con la misma camilla que había servido para sacar a Agustín del mundo de los vivos, volverían a entrar en la sala para llevarlo a él al quirófano.


jueves, 21 de junio de 2012

El País Vasco

La legalización de SORTU por el Tribunal constitucional ha vuelto a llevar a las primeras páginas de los periódicos la para muchos inútil controversia sobre la adscripción o no a ETA de las formaciones políticas de la izquierda nacionalista vasca. La resolución del Constitucional, como todas las suyas, está mucho más próxima a las premuras políticas del momento que a los preceptos de nuestro ordenamiento jurídico y a las consideraciones éticas que debían conformar todo cuanto emane de tan campanudo órgano del Estado y, como tal resolución política, únicamente sirve para mostrar el divorcio existente entre la realidad del País Vasco y los inútiles esfuerzo para templar gaitas de los dirigentes de este desastre que todavía llamamos España.
Hace ya mucho tiempo que en el País Vasco se vive al margen de la Nación española y es una realidad cada día más pujante, cuantitativa y cualitativamente, el independentismo de una muy buena parte de la sociedad de las tres provincias. Nadie debería asombrarse ni escandalizarse por ello, ni aquellos Padres de la patria que redactaron una constitución ambigua en muchos de sus artículos, ni los españoles que la aprobaron en referendo por aquello de ser mal menor, y mucho menos puede hacerlo ese socialismo que no dudó en pactar con un PNV en minoría tras las elecciones de 1984 y posteriormente, en 1986, tuvo a bien cederle el gobierno de Vitoria pese a haber sido el partido más votado. Tampoco puede llamarse a engaño una Izquierda Unida, Esker Batua, que en aras de cerrar cualquier camino a la derecha del PP nunca dudó en cogerse del brazo del PNV, o lo que es lo mismo del brazo del único partido confesional de España y del más conservador de cuantos han existido y existen en nuestro país, ni en darse besos de tornillo con esa izquierda nacionalista tan indudablemente próxima al mundo del terror. Salvo en la última legislatura el PP nunca ha jugado un papel reseñable en la política vasca ya que, menos en Álava, su espacio sociológico ha estado siempre copado por el PNV, y por ello su contribución a la deriva secesionista, contribución en modo alguno despreciable, la ha realizado siempre desde Madrid y presionado por la necesidad de tener al PNV como aliado cuando ha gobernado sin mayoría absoluta.
No me cabe duda de que los que han acogido con alborozo la decisión del tribunal han sido los miembros del entramado filoetarra conocido como “izquierda abertzale” viendo como los “democráticos” asesinatos y extorsiones de sus colegas armados les van abriendo el camino del gobierno vasco. También deben gozar con las albricias provenientes del Constitucional los seguidores de ”Dios y las leyes viejas” al observar como los herederos de aquellos cachorros de su partido que se lanzaron al monte en los años sesenta van logrando los objetivos propuestos y llenando de nueces el saco del Sr. Arzallus.
Pero ya no es momento de rectificar nada ni de lamentarse por los errores cometidos. No creo que tardemos mucho en contemplar los primeros pasos en firme de los vascos hacia su independencia y, nos guste o no, estamos obligados a aceptar lo que ellos decidan. No se puede obligar a nadie a sentirse español y, a mi juicio, es mejor que los que no tengan ese sentimiento busquen libremente su futuro al margen de España. Únicamente existe una sombra en el horizonte: La sociedad vasca está terriblemente herida por los cuarenta años largos de terror y, tal como escribí en este mismo blog, “A lo largo de esos años marcados por los asesinatos, los secuestros, las extorsiones, el terrorismo callejero y tantas otras barbaridades, hemos visto la cobardía y la barbarie de muchos vascos que se declaran demócratas por activa y por pasiva”,"...se silenciará cualquier alusión a la repugnante cobardía de los que vieron impasibles como se perseguía y se asesinaba a sus vecinos...", ” ...asesinos, cómplices de los asesinos, jaleadores de los asesinos, indiferentes ante los asesinos; se unirán a los muertos, a los mutilados, a los heridos, a los amenazados, a los expulsados, a los insultados; para formar la nueva categoría de "víctimas de la violencia...". Pueden parecer exabruptos pero son palabras que responden a una  realidad que no puede obviar nadie y, de hecho, la sociedad vasca, como conjunto, ha “comprendido" siempre la existencia de ETA y con el pañuelo más o menos cerca de la nariz ha aceptado los centenares de muertos, los miles de heridos y humillados como algo “inevitable y encaminado a un fin  tan democrático como es el de lograr el autogobierno del pueblo vasco ”.
Quizás en un futuro no muy lejano, en un País Vasco independiente o todavía ligado a España, algunos sigan considerando que todos los métodos son válidos para lograr los objetivos políticos e impongan sus ideas por el democrático sistema de anular, política o físicamente, a los discrepantes. Y puede que para ello no duden en aplicar “medios expeditivos”. ¡Que Dios proteja a los vascos!

lunes, 18 de junio de 2012

DE ESPAÑA (HOY)

Del blog de Emilio Díaz


La contemplación de las celebraciones por el Jubileo de la reina Isabel II en Gran Bretaña te ha provocado reflexiones. Tales espectáculos son imaginables en España sólo por motivos religiosos o deportivos. Obvias los segundos porque son de antes de ayer. Lo religioso, sin embargo, tiene dos mil años. La esencia de España es el catolicismo. El catolicismo marcó la identidad de la vieja Hispania desde tiempos tardorromanos y visigóticos. Hay otros países en los que el catolicismo es históricamente fundamental. Portugal, Polonia, Italia, Francia, Irlanda, Hungría, Austria, Baviera. Pero ninguna de estas naciones hubo de enfrentarse durante ochocientos años a la amenaza de otra civilización que pretendía erradicarlo de sus tierras. Quizá Polonia o Irlanda pueden equipararse. Pero mientras en éstas el catolicismo fue resistencia ante la derrota y la miseria, en España el catolicismo pasó pronto de ser foco de rebeldía a estandarte del triunfo. El catolicismo surtió, así, de combustible el espíritu de todos los pueblos de la península durante los tiempos de recuperación de las tierras arrebatadas por la morisma. Los reinos podían tener sus tradiciones y sus dialectos del latín, pero la fe los unía. La reforma protestante solidificó con Trento los lazos que ataban a las gentes de España. Los aragoneses, castellanos y navarros podían tener sus discrepancias, pero la derrota del hereje los mantenía en un mismo objetivo. Las monarquías pudieron ser durante milenios más o menos absolutas, pero su apoyo en la Iglesia Católica les dotaba de la solidez necesaria para su sustento. En las Españas no hubo una cohesión entre el trono y el altar, sino un altar que servía de cimiento y ornato al trono. Tan potente era este rasgo de identidad que los ilustrados españoles nunca renunciaron al catolicismo ni atacaron a la Iglesia. Incluso contaron con clérigos entre sus filas.

miércoles, 30 de mayo de 2012

El cortador de raíces.

Del blog de Emilio Díaz

 José Manuel López Muñoz ha conseguido reconciliarte por unos días con tu fenecido amor por Bizancio. Es el autor de una novela cuyo título es El cortador de raíces. Narra la peripecia de un monje bizantino, Juan Vatatzes. Formado como médico en el monasterio de San Juan Pródromo en la Constantinopla del siglo XI, emprende un viaje hasta el sur de Italia que le dará ocasión para visitar aquellas partes del Mediterráneo que en aquella época estaban a punto de ser perdidas por el Imperio de Oriente. Es, como debe ser, no sólo un viaje material por las tierras y las gentes, sino también un viaje personal tras la propia identidad. La novela muestra un exhaustivo trabajo de documentación, una fluidez que nunca la hace aburrida, un estilo sencillo, pero exacto y rico. Al tiempo, se nota la formación científica del autor (era hasta su jubilación, Catedrático de Ciencias Naturales en Bachillerato y es Doctor en Biología) en su detallada descripción de modos y prácticas médicas de la época. José Manuel fue compañero tuyo durante casi veinte años en diferentes Institutos. Siempre admiraste su integridad contra vientos y mareas, su coherencia y su bonhomía. Ahora también lo admiras en su tarea de escritor. Por ello emprenderás la lectura de otras de sus obras, también editadas en la misma página web.

José Manuel López Muñoz, El cortador de raíces. Leída en la edición digital descargada legalmente de http://www.bubok.es/libros/197998/El-Cortador-de-Raices.

Entre pitos y flautas.

Varios decenios han transcurridos desde que los nacionalismos, moderados y radicales, se percataron de la inconsistencia de la "Nación Española" e iniciaron, sin prisas pero sin pausas, el camino de la secesión de sus "naciones históricas". Un rosario infinito de actuaciones incontestablemente contrarias a la letra y al espíritu de la Constitución han ido jalonando la vida política española desde que se reinstauró la democracia hasta nuestros días. Muchas de esas actuaciones destacan por manifestar un desprecio absoluto a las ideas y sentimientos de una buena parte de los españoles. Un observador neutral podría deducir que los nacionalistas catalanes y vascos están lanzados a una carrera in crescendo de ofensas gratuitas a los que por el momento somos sus compatriotas.

La reciente polémica sobre la premeditada y bien respaldada "pitada" a nuestro Himno nacional durante la final de la Copa del Rey ha puesto de manifiesto una vez más la ausencia de conciencia nacional y el miedo a no ser políticamente correctos de la mayor parte de nuestros dirigentes políticos y de casi todos los periodistas que medran y vegetan en los medios de comunicación. Pero mucho más significativa que la actuación de políticos y periodistas ha sido la indiferencia con la que la gente ordinaria ha acogido el rifirrafe.

Parece ser que el que un buen número de dirigentes políticos nacionalistas pidiese sin ningún recato que los "hinchas" de sus equipos de fútbol se concertasen para pitar y abuchear al Rey y al Himno nacional no debe ser considerado más que como una muestra de la "libertad de expresión". Según ellos y sus apologetas el hecho de que el Himno y el Rey sean símbolos de España y de la convivencia de los españoles no puede ser un obstáculo al "ejercicio de las libertades democráticas". El que las ofensas a los símbolos de la Nación estén calificadas como delitos en el código penal no es, según ellos, más que un residuo de los vicios dictatoriales del pasado. Naturalmente la posibilidad de que al margen de lo que digan las leyes muchos, o pocos, españoles pudieran sentirse ofendidos por el ultraje a sus símbolos no sería más que una muestra de nacionalismo español "ultramontano y democráticamente inadmisible."

Pero la polémica no surgió como respuesta a esa tan democrática convocatoria de los nacionalistas sino como clamor hipócritamente escandalizado contra las manifestaciones de la presidente de la Comunidad de Madrid. Doña Esperanza no hizo más que denunciar la instrumentación política de la Copa del Rey por los nacionalistas y pedir que se adoptasen las medidas necesarias para impedirlo, pero su propuesta obtuvo como respuesta una descalificación irracional por parte de la mayor parte de los dirigentes políticos, incluido su copartidario Basagoiti, y un silencio vergonzoso del resto. Provocadora, irresponsable, extremista, hipócrita, fascista, han sido algunas de las lindezas verbales que esas almas cargadas de talante democrático que dominan el panorama público hispano han dedicado a la autora de la infausta propuesta de que no se permitiese la ofensa a los símbolos de la Nación.

Es curioso observar que son los mismos que predican el respeto a ultranza a las banderas, himnos y otros signos externos de las comunidades autónomas los que minimizan el valor de los símbolos comunes a todos los españoles y restan importancia a los ultrajes que, un día sí y otro también, sufre nuestra bandera. No es cosa nueva: desde los albores de la democracia la enseña nacional ha estado ausente del interior de las sedes de altas instituciones catalanas y vascas, como son los despachos de los presidentes de las dos comunidades, y de las fachadas de un sinnúmero de edificios públicos. Son pocos los países civilizados en los que hay que recurrir a las leyes para intentar que algunas instituciones públicas utilicen la Bandera nacional y en los que dirigentes de partidos políticos supuestamente democráticos promuevan y apoyen “guerras de banderas”.

Entre la presión constante de los nacionalistas y el “no tiene importancia” de las almas bien intencionadas, vemos como España se desliza hacia ese algo “discutido y discutible” que predicaba vesánicamente nuestro nunca suficientemente denostado Sr. Zapatero. Creo que se está acercando la hora de que los españoles nos planteemos seriamente la posibilidad de tener una vida mejor y más honorable en una España más pequeña y unida. Dice el refrán: A enemigo que huye, puente de plata.

viernes, 11 de mayo de 2012

El fútbol y la insensatez.

La irracionalidad de los “hinchas” del fútbol siempre me ha dejado fuera de juego. Puede ser que, como el miedo a un golpe en la cara, digamos mejor en las gafas que adornan mi nariz desde la más tierna infancia, me mantuvo siempre alejado de los balones, nunca he comprendido la grandeza de ese deporte. Pero hay ocasiones en las que ni siquiera haciendo un esfuerzo puedo aproximarme a la demencia futbolera: Ayer tuve la ocasión de escuchar como el periodista Juan Ramón Lucas culpaba a la Policía Nacional de los incidentes de la noche anterior. El Sr. Lucas tiene todo el derecho del mundo a ser, y a declarse, hincha del Atlético de Madrid pero debería procurar que la parte de su mente correspondiente a un adulto sensato y educado no se dejase dominar por los reflejos paulonianos desencadenados por su camiseta de rayas.

lunes, 16 de abril de 2012

Hiperdemocracia

Del Blog de Emilio Díaz. 

 11/04/2012 | Autor: | Archivado en: Pensamientos | Tags: | Deja un comentario »

Una de las convicciones más democráticas es que no todo puede someterse al criterio de la mayoría. Y que no todos los integrantes de un grupo tienen competencia en la gestión de asuntos sometidos a la exigencia de un conocimiento especializado. El hiperdemocratismo es una muestra de que se ha entendido escasamente el sentido de la democracia. Es una de las más perjudiciales excrecencias del igualitarismo tan caro al socialismo y es uno de los defectos más comunes en personas escasamente democráticas. Son proclives los hiperdemócratas en aplicar sus criterios sobre aquellos campos que menos les importan en su función propia y más en cuanto que medio para obtener el control absoluto de la sociedad. Véase la instrucción pública, por ejemplo. Un terreno continuamente en sus bocas, pero cuya importancia radica en ser uno de los resortes esenciales para crear el hombre nuevo socialista. No para el desarrollo individual y particular de las capacidades de cada futuro ciudadano tomado en sí y por sí. Tampoco hay que obviar el hecho de que abrirles acceso a las masas en aspectos reservados propios de expertos facilita un posterior control de los campos ocupados por éstos. Y no olvidemos que las masas son conducidas por los caudillos socialistas de turno al mando de la maquinaria del partido. Sin embargo, y es nuestro consuelo, casi nunca el hiperdemocratismo consigue sus objetivos. Recuerdas a este efecto lo que te contaba un viejo y prestigioso catedrático de Filología Griega de la Complutense. Sucedió durante un congreso. No guardas memoria de cómo llegaste a estar a su lado, de cómo paseabas con él por un parque, rodeado de colegas. Tampoco sabes cómo terminó por hablarte de sus recuerdos de la Guerra Civil. Lo que no se te ha olvidado es su imagen deteniéndote el paso, mirándote a los ojos y diciéndote: “Al final, ¿sabe Vd. por qué los rojos perdieron la guerra? Porque antes de atacar, votaban.”

domingo, 15 de abril de 2012

Nuestro estúpido Borbón.

Algunos españoles creen que la monarquía es la forma de estado que más conviene al país, puesto que prefieren que el Jefe del Estado esté al margen de la dinámica de partidos y lejos de las incertidumbres electorales. Esta forma de filiación monárquica tiene su fundamento en el interés nacional y está al margen de nostalgias históricas, sentimentalismos cortesanos y supuestos derechos dinásticos.
Basta con ver lo que ocurre en la calle un día tras otro para constatar que los partidarios de la república están aumentando su presión en la sociedad. En las manifestaciones protagonizadas por organizaciones y grupos de izquierda las banderas tricolores están cada vez más presentes y algunos partidos que durante años mantuvieron un republicanismo moderado están ya, con todo derecho, reclamando públicamente el fin de la monarquía y el advenimiento de una tercera república. Las redes sociales no podían quedar al margen de esta tendencia social y en ellas proliferan las páginas y perfiles antimonárquicos.
Lo triste es que, tal como han declarado algunos líderes de la izquierda, las pestilentes andanzas económicas de la hija menor del rey y del Sr. Urdangarín, su marido, han hecho más por la república en unas semanas que la presión de los partidos de izquierda en todos los años de democracia.  La infanta y su marido han logrado también hacer pasar al mundo de los recuerdos aquel acuerdo tácito de la prensa que durante años tendió un tupido velo sobre algunas actividades, más o menos honorables, de los miembros de la casa real. Hoy la veda del Borbón está abierta y las piezas cobradas están muy cotizadas por los medios de todas las tendencias.
Para mayor indignación de los defensores de la monarquía, el Rey parece haber perdido el contacto con la realidad y estar empeñado en despilfarrar el aprecio del pueblo. España está atravesando la crisis económica más grave desde la muerte de Franco. Son millones los ciudadanos sin trabajo y decenas de miles los que se están entrando en el mundo de la pobreza extrema, rayana a veces con en la indigencia. El malestar social causado por los dispendios de nuestros dirigentes y la indignación por los altísimos sueldos y gastos de la clase política es ya un verdadero clamor.  No estamos en el mejor momento para que aquel que debe ser ejemplo para todos se comporte de forma obscenamente dispendiosa.
Una inoportuna, o muy oportuna, fractura de cadera ha dado al traste con el ignominioso secreto que al parecer rodea las actividades lúdicas del Jefe del Estado. Insensible a la situación del país, don Juan Carlos entretiene sus ocios con un divertimento tan modesto como la caza del elefante en Botsuana. No se trata de tirarle a las liebres y a los conejos del Pardo, ni siquiera participar en una montería en algún lugar de la Mancha. Al margen de otras consideraciones éticas, la actividad venatoria de nuestro rey en el sur de África no parece avenirse muy bien con la gran preocupación que el monarca ha declarado en diversas ocasiones por la situación de los parados, ni con la necesidad de predicar con el ejemplo en unos tiempos en los que se recortan gastos sociales y se piden sacrificios a todos.
Para mayor asombro de propios y extraños nos dicen que de la regia excursión no se había informado ni siquiera al Presidente del Gobierno. Nos dicen también que el viaje no ha corrido a cargo del erario público ya que ha sido costeado por algunos hombres de negocios amigos del monarca.  ¡Dios nos libre de nuevos negocios en la Casa Real, con los de la infanta ya tenemos bastante!
Desde Carlos III a nuestros días, los Borbones españoles nos han acostumbrado a un in crescendo de insensatez y falta de inteligencia, combinado casi siempre con unas vidas privadas no demasiado ejemplares. Si don Juan Carlos no desea aceptar las restricciones a sus apetencias  personales que la Jefatura del Estado conlleva, debería apartarse. Roma o Estoril no serían malos sitios para vivir su vida sin causar mayores daños a la institución que encabeza.  

miércoles, 28 de marzo de 2012

Oído en una sauna.

Esta mañana he sido testigo mudo de una conversación que, en cierta forma, permite comprender el porqué de algunas de las cosas curiosas que suceden en Andalucía. Éramos cuatro los que, en la penumbra de la cabina, estábamos sentados, casi hombro con hombro, gozando del dudoso placer de sudar. La puerta se abrió y otro aspirante a disfrutar de las delicias nórdicas se incorporó al grupo.
̶ Buenos días. Hombre, Antonio. No te esperaba aquí.
̶ Hola. Aquí me tienes. Hoy he venido más tarde.
̶ Esta mañana he visto en el periódico el dinero que le van a dar a tu pueblo.
̶ ¿El dinero que le van a dar a mi pueblo? ¿En qué periódico?
–No sé si es el dinero que le van a dar o el que han pedido. Viene una lista de pueblos en el Diario de Sevilla.
–No lo he visto. Me imagino que ahora que han pasado las elecciones a mi pueblo le van a dar tela de dinero.
–¿Ahora que han pasado las elecciones?
–Claro. Ten en cuenta que mi pueblo es de Izquierda Unida y que ahora, junto con el PSOE, Izquierda Unida tiene mayoría absoluta. Ya te puedes imaginar que a cambio han debido exigir que la Junta les dé a sus pueblos por lo menos el mismo dinero que a los pueblos del PSOE. Ahora el dinero no nos va a faltar.
Desgraciadamente tan jugoso dialogo se desvió del asunto de los dineros y, al centrarse en la última victoria del Real Madrid, perdió su interés para mí.
El centro deportivo, de propiedad municipal, lo frecuentan gentes de distintos los niveles económicos y culturales, pero predominan los que podríamos llamar trabajadores urbanos de nivel medio bajo. Los protagonistas de la conversación rondaban los treinta años, cinco arriba o cinco abajo, y yo diría que cuadraban perfectamente con el modelo predominante de andaluz urbanita
Los pormenores de la conversación han seguido rondando por mi mente al regresar a casa y no he podido resistir la tentación de sentarme ante el ordenador y abrir el escritorio del blog. Lo absurdo y la candorosa  inmoralidad que revelaban mis vecinos de sauna me había dejado perplejo.
“Mi pueblo es de Izquierda Unida”. Así, tal como suena. No decía “el alcalde de mi pueblo es de Izquierda Unida”, ni tampoco “en mi pueblo gobierna I.U”. No. Su pueblo es de Izquierda Unida. Seguramente la afirmación corresponde a la verdad y el pueblo es de Izquierda Unida. Pueblo de  Izquierda Unida en una relación de adhesión incondicional de la gente del pueblo al partido, adhesión a la cual el alcalde y los concejales de Izquierda Unida corresponden con el enraizado convencimiento de ser los amos del pueblo. No sé el nombre del pueblo en cuestión, pero hay muchos en Andalucía propiedad de los partidos; Véase, a título de ejemplo, el pueblo gobernado por el increíble Sánchez Gordillo.
Sin ningún rubor nuestro amigo declara: "...han debido exigir que la Junta les dé el mismo dinero que a los pueblos del PSOE". Al parecer, encuentra natural que Izquierda Unida "venda" su apoyo  al PSOE por "más dinero para sus pueblos". Pero hay que reconocer que el hombre no está muy lejos de la verdad: En Andalucía y en otras muchas zonas de España la financiación de los ayuntamientos puede depender de las "afinidades políticas".
Pero lo más triste es que la conversación revela un enorme desconocimiento o un terrible indiferencia por la situación económica del país. 
En Andalucía -y en otros muchos lugares- todavía son muchos los que creen que solamente puede faltar el dinero público "a los otros".

lunes, 19 de marzo de 2012

De las mamandurrias y otros gozos.

Dice la Academia que las mamandurrias son los salarios que se cobran sin haberlos ganado. Viendo lo que  acontece diariamente en esta nuestra triste España, una sencilla reflexión me ha llevado a concluir que lograr una mamandurria es la máxima aspiración de un buen número de nuestros conciudadanos, fervorosos creyentes todos ellos de que el trabajo es un castigo divino, y que, gracias a nuestra singular organización jurídico político administrativa, son muchos, muchísimos, los que ven satisfecha tan lúcida, e incluso piadosa,  aspiración.
El inventario de los "puestos de trabajo" que tienen como única obligación el poner la mano cada primero de mes para recibir un estupendo estipendio es inconmensurable. Se trata de un listado que abarca entre otros muchos  a nuestros ínclitos senadores, que para nada sirven,  a los miembros de los consejos de administración de las más diversas empresas públicas y semipúblicas,  a los altos cargos de esos cientos de fundaciones, observatorios y otras muchas entelequias con las que se han adornado nuestras administraciones, a los mil asesores pagados por el erario público que rodean a nuestros políticos, politiquillos y politicastros desde el mismo momento en que ocupan sus cargos, y no digamos al sin número de liberados sindicales que, como sanguijuelas sedientas, chupan los jugos de los presupuestos públicos y privados sin dar nada útil a cambio. ¡Cobrar sin trabajar! ¡Demostración hispánica de inteligencia! ¡Tonto el que curre!
Y si no quedase más remedio que trabajar para cobrar,  habrá  que "optimizar los rendimientos": En cuanto uno de nuestros conciudadanos es elegido alcalde de su pueblo, aprovecha el primer pleno municipal para proponer la consabida subida de sueldo, de la que él será el primer beneficiario. Los padres de la patria, senadores, diputados y diputadillos de todos los colores, se afanan por lograr que los presupuestos de las cámaras  carguen con sus jugosos planes de pensiones, con sus nada modestas dietas y con todos los gastos que "sus señorías"  puedan, mal que bien, aducir. Coches oficiales, viajes "gratis total" en trenes y aviones, gastos de representación sin control, gimnasios y saunas  de uso exclusivo, son algunos de los gajes que adornan eso que irónicamente se suele llamar "servicio público".
A nuestros nuevos gobernantes se les llena la boca de palabras tan altisonantes como "austeridad", "control", "reducción", "honradez", cuando hablan de las reformas que van a acometer. Ojalá podamos ver algún día semejante maravilla,  pero hay algo en el fondo de mi ser que me obliga al pesimismo. Mucho me temo que el PP del Sr. Rajoy no será distinto de lo que ya hemos visto muchas veces en estos treinta años. Una vez que los señores ministros, secretarios de estado, directores generales, consejeros, vice consejeros, etc. etc., estén bien asentados en sus poltronas, la tradición de las mamandurrias  mostrará su poderío y todos ellos se dedicarán sin ningún recato  a repartir sinecuras y prebendas, a "colocar " a sus parientes, amigos y colegas. A fin de cuentas, ¿qué importa? Paga el Estado. ¡Lo malo es que Estado somos tú y yo, mi querido amigo!

viernes, 16 de marzo de 2012

Copago

Están de moda las "consignas absolutas", e incluso las "palabras absolutas".  En unas circunstancias económicas en las que falta dinero para casi todo, los políticos y los voceros de todos los colores han convenido que "la sanidad y la educación son intocables". Esta intocabilidad se ha convertido en dogma y, en consecuencia, sobre los que alberguen dudas debe caer el anatema. ¡Ay de aquel que pretenda hablar de los mil derroches y dislates que trufan las actuaciones de nuestros diecisiete pseudo ministerios de educación y de los correspondientes diecisiete pseudo ministerios de sanidad! ¡Ay de aquel que insinúe la necesidad de analizar las incongruencias existentes en las jornadas de trabajo y en las guardias de los  médicos! ¡Ay de aquel que intente recordar a tirios y troyanos que en nuestro país tenemos el record mundial de consumo de fármacos! ¡Ay de aquel que, con estudios y estadísticas en la mano, proclame que sin disminuir la calidad asistencial del sistema nacional de salud se pueden racionalizar y reducir sus costos! No. ¡Esas críticas son odiosas y no deben ser toleradas! ¡Todos los objetores del dogma son simplemente capitalistas antisociales y fascistoides!
Según los ayatolás de la intocabilidad, aumentar en un cinco a diez por ciento el número de alumnos por aula o incrementar en dos horas semanales la dedicación real de los profesores (muy inferior siempre al máximo legalmente permitido) hundiría nuestro sistema educativo en los abismos del subdesarrollo. Según esos defensores de los derechos adquiridos no debemos exigir a las universidades que nos expliquen algunos de sus gastos. Dicen que al hacerlo vulneraríamos el derecho que las asiste para gestionar autónomamente sus recursos. Pero ese dinero es de todos los españoles y los problemas de gestión  existen, y no sólo en las universidades. ¿Es necesario y factible gastar dinero en proveer de ordenadores portátiles a todos los alumnos de primaria, al margen de la capacidad económica de sus familias? ¿Son imprescindibles las pizarras electrónicas en los colegios públicos aunque después no exista presupuesto para su carísimo  mantenimiento? ¿Deben ser gratuitos los libros de texto para todos los alumnos?
Decíamos en las primeras líneas que también hay "palabras absolutas". En las  páginas de los periódicos suelen abundar desde hace tiempo las referencias a un vocablo que curiosamente brilla por su ausencia en el DRAE. Estamos hablando de copago, palabra que, según  en la boca de quien, unas veces se demoniza y otras se sube a los altares.
Pero. ¿Qué  significa esa palabra? ¿Qué es el tan denostado o deseado copago? La Academia, tan proclive a aceptar lo moderno, puede que no tarde mucho en aceptarla en su diccionario, pero de momento copago se encuentra en ese interesante limbo que alberga lo indefinido y lo mostrenco. Como todo lo que no tiene dueño, nuestra palabra es objeto de uso y abuso y cada uno la arrima a su sardina libérrimamente. De acuerdo con las reglas de la lengua, copagar debería significar pagar juntos o pagar conjuntamente y, en el sentido en que se viene utilizando, el conjunto lo formarían los sujetos que pagan, no los  objetos que se pagan. Pero, cuando un ciudadano  abona una tasa, o un sobreprecio, para recibir un bien o un servicio financiado con los impuestos, ¿Quienes pagan? El servicio de correos se financia con dinero público. ¿Los sellos de correo son una forma de copago? Los ferrocarriles, RENFE y ADIF, son deficitarias y se nutren de los presupuestos del estado. ¿El pago de los billetes de tren es una forma de copago? Si aceptamos esa forma de entender el término, estamos aceptando que en el copago el individuo se une al resto de la sociedad para pagar lo que "él" recibe. No parece injusto que aquel que recibe el bien contribuya en mayor proporción a su financiación que los que sin recibir nada a cambio lo financian con sus impuestos. Cuando los bienes o servicios en cuestión cubren las necesidades básicas de los individuos, como sucede con la sanidad y la educación (y con otras muchas necesidades que fácilmente se olvidan), la salvedad que se debe hacer al copago es que en ningún modo puede ser causa de que aquellos que carecen de capacidad económica  para afrontarlo se vean privados de algo a lo que tienen derecho. Deberíamos llamar a los copagos por su verdadero nombre, tasas, y en cada caso que se plantee tendríamos que considerar la  conveniencia, o la inconveniencia, de su aplicación con criterios fundados en el sentido común y no en la demagogia.
El pago de un euro por cada receta médica es, en estos momentos, "el copago" en cuestión. Aplicada con las excepciones y salvaguardas necesarias para evitar la formación de bolsas de marginación, esta tasa podría contribuir a frenar la quiebra de nuestro sistema sanitario, que algunos consideran previsible a medio plazo,  y podría tener un efecto sanitariamente positivo al potenciar un menor consumo de fármacos. Aplicar una tasa a las recetas es más "social" que hacerlo a las consultas médicas o las pruebas de diagnóstico. Y quizás  habría que hacer ver a todos  los que demonizan el copago que es mejor un incremento moderado de la aportación directa de los ciudadanos a los gastos de farmacia que los recortes, de difícil control por parte de los beneficiarios, en la adquisición y mantenimiento de los medios y recursos tecnológicos de los hospitales y centros de salud.

lunes, 5 de marzo de 2012

Los inefables protocolos

Vivimos en una sociedad en la que nadie acepta el error de los demás y en la que todo aquel que se siente mínimamente perjudicado, por acción o por omisión, exige siempre culpables, castigos e indemnizaciones. Para solucionar el problema hemos elevado la aplicación de protocolos a la categoría de panacea universal, convirtiéndola en un ataráxico que permiten eliminar cualquier tipo de responsabilidad o remordimiento.
"Ningún funcionario ni profesional puede ser culpado de los desaguisados originados en el ejercicio de sus funciones si sus acciones se ciñeron estrictamente a los protocolos establecidos." Este dudoso axioma se aplica hoy día en todas las actividades, pero impera con especial rigor en el funcionamiento de las administraciones públicas, donde se considera siempre el procedimiento adecuado por mucho que la aplicación indiscriminada de los protocolos dé lugar frecuentemente a situaciones absurdas y a consecuencias desastrosas.
Ha saltado a las páginas de los periódicos el caso de un matrimonio jiennense detenido por castigar a su hija a no salir de casa unos días de fiesta. Parece ser que una adolescente de 16 años denunció ante la Guardia Civil de Baena que sus padres la habían castigado sin salir durante el puente del Día de Andalucía y que la habían encerrado en casa. Dado que el artículo del código civil que permitía a los padres corregir y castigar moderadamente a sus hijos fue eliminado en la reforma de 2007, la Guardia Civil consideró que los hechos denunciados por la menor podían ser constitutivos de delito y, en consecuencia, activó el protocolo correspondiente, dando conocimiento de los hechos a la fiscalía de menores, al juzgado y a los servicios sociales de la Junta de Andalucía. ¡La tempestad protocolaria estaba en marcha! Fiscalía de menores, juzgado y servicios sociales activaron inmediatamente sus respectivos protocolos y, de forma al parece automática, los padres fueron detenidos bajo la presunción de ser responsables de la detención ilegal de su hija, y ella fue internada en un centro de acogida de menores, a la espera de determinar la existencia de un posible estado de abandono. ¡Glorioso!
Cuentan los papeles que el juez dejó en libertad a los atribulados progenitores a la espera de la dilucidación de los hechos y que la hija sigue en el centro de acogida de la Junta de Andalucía donde, según la consejera de bienestar social Dª, Micaela Navarro, se sigue el protocolo para “saber exactamente qué es lo que ha pasado y para determinar si la menor se encuentra en una situación de desamparo o no, teniendo en cuenta que tiene 16 años, que no es mayor de edad”.
Hubiese sido maravilloso el que en lugar de “activar protocolos” algunos de los funcionarios implicados en el asunto se hubiesen tomado el trabajo de realizar, sin dilaciones, las averiguaciones necesarias para poder interpretar los hechos. Quizás un poco de diligencia y de sentido común nos hubiese ahorrado el asistir asombrados a lo que tiene todas las trazas de ser un esperpento jurídico-administrativo. Los padres no habrían sido detenidos ni sometidos a tan indeseable popularidad y la menor no habría tenido la poco recomendable experiencia de disfrutar de una estancia en un centro de acogida.
Los protocolos, cuando en lugar de ser procedimientos recomendados se convierten en automatismos ciegos, son el refugio dorado de todos los incompetentes, que se sienten liberados de la necesidad de  pensar y tomar decisiones, y son la desesperación de los funcionarios capaces y responsables a los que no permiten actuar según sus criterios de expertos.
P.S. No aclaran las crónicas si los guardia civiles, en aplicación de algún imprescindible protocolo, esposaron a los padres para llevarlos al cuartelillo. Sería terrible que la locura del automatismo moderno se hubiese combinado con lo más profundo de nuestra tradición policial: Y a la mitad del camino, bajo las ramas de un olmo, guardia civil caminera lo llevó codo con codo.




sábado, 11 de febrero de 2012

Garzón ante la ley. www.todoebook.com

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Este libro de ensayo titulado “Garzón ante la Ley y el Tribunal Supremo” trata de analizar la trayectoria de Baltasar Garzón Real, como juez instructor en los últimos veinte años de la historia de España. No puede negarse que su labor ha sido relevante al frente del Juzgado Central de Instrucción nº 5 de la Audiencia Nacional.
Se analizan y comentan en la primera parte del libro algunos casos instruidos por Garzón en su primera etapa en la Audiencia Nacional, relativos al narcotráfico, el terrorismo y la corrupción política, que no siempre fueron acertados, debido principalmente al desmesurado deseo de publicidad del “juez estrella”. Los casos denominados “Operación Nécora”, “Ran”, “Hilo Verde”, o bien el caso “Al Kassar”, son una muestra de la poca consistencia jurídica de los sumarios instruidos.
Una segunda época de transcendencia política fue su incorporación al gobierno de Felipe González. Se exponen los continuos enfrentamientos con Juan Alberto Belloch, con Rafael Vera y con otros altos cargos del Ministerio del Interior. Su fracaso y frustración al no conseguir ser nombrado ministro con Felipe González, le llevó a aislarse del gobierno y a buscar la revancha, como manifestó al despedirse en el Congreso de los Diputados.
Una tercera etapa, y la más conflictiva, ha sido la que va desde su reincorporación a la Audiencia Nacional, con su actitud en el tema de los GAL. El cierre de EGIN o el caso “Faisán” son ejemplo de poca dedicación. Su vuelta a España coincide con la aprobación de la Ley de la Memoria Histórica, que le llevó a un revisionismo y a una ruptura jurídica tan contumaz, que originaría una querella por prevaricación, admitida por el Tribunal Supremo. Prácticamente en el mismo año fue presentada otra querella al haber laminado el derecho de defensa en el “Caso Gürtel”. Finalmente una tercera querella, al haber intervenido en la captación irregular de dinero, para la financiación de unos cursos que dirigió en la Universidad de Nueva York.
La ley es ley para todos, y no podía ser excluido el juez Garzón, quien llegó a pensar que su particular interpretación de las normas jurídicas le mantenía a salvo de cualquier imputación. La última palabra sobre los hechos que se exponen en este libro de ensayo la tendrá el Tribunal Supremo
Autor
MANUEL TRIGO CHACÓN, Doctor en Derecho Internacional con Sobresaliente “cum laude” por la Universidad Complutense, y Diplomado en economía y sociología. Es también Diplomado en Altos Estudios Internacionales por la Universidad de París. Cursó estudios de Economía en Londres. En 1963-64, fue destinado a Oriente Medio, donde fue miembro de la Delegación Jordano-Israelí de la ONU. En 1972 publica, basado en su tesis doctoral “La Empresa Multinacional”. Colaborador habitual en prensa y radio, publicó en 1994 “Manual de Historia de las Relaciones Internacionales”, y en 1996 su “Derecho Internacional Marítimo”. Posteriormente, en 1999, publicó “El Caso Pinochet ante la Justicia Universal”. Profesor de la Universidad Complutense y de la UNED, donde desempeñó la cátedra de Derecho Internacional. Promovió la creación de la Universidad “Miguel de Cervantes”, de la que fue presidente. Ha sido fundador y director de JURIS, Escuela Superior de Práctica Jurídica.
Como escritor su libro de ensayo “Los Nuevos Feudales I. de las Multinacionales a la Globalización” y “Globalización y Terrorismo”. Su primer libro de narrativa es “Diario de un Opositor”. Posteriormente “La esposa maltratada” y “Oriente Medio. Encrucijada de la Historia”. Recientemente ha publicado “Breves relatos de mujeres”, “La España Imperial” y “Los Estados y las Relaciones Internacionales”, en dos tomos.
Como rotario ha sido presidente del Rotary Club de Madrid. Fundador del Rotary Club de Castilla del Henares, y más recientemente del de Torrelodones.

La ofensa nacional.

La facción más estúpida, pueblerina e inculta de la sociedad española está indignada con Francia y con los franceses. Vociferantes de todos los colores políticos han asaltado las páginas de los periódicos y los micrófonos de radios y televisiones para denunciar el ultraje a la "honra nacional" perpetrado por una emisora de televisión de allende los Pirineos. ¡La ofensa ha sido terrible! Con la excusa de la condena del ciclista Contador por un asunto de doping, un programa de humor en televisión, Los Guiñoles de Canal Plus, ha hecho objeto de sus sátiras a lo más granado de nuestro deporte, insinuando que sus triunfos internacionales se deben a los estimulantes. ¡Muerte al gabacho! Claman algunos. Pero la indignación no solamente ha ofuscado los cerebros del pueblo llano. Llevado no sé si por su propia incultura o por un populismo trasnochado, el gobierno de nuestra triste España ha unido sus protestas a las del coro de “humillados nacionales” y anuncia la presentación de quejas y reclamaciones ante las autoridades galas.
Me asombra la sensibilidad de las muchedumbres hispánicas ante las burlas más o menos acertadas y elegantes que han sufrido algunos deportistas famosos. Debe tenerse en cuenta que estamos hablando de profesionales extraordinariamente bien pagados que, si se consideran ofendidos, tienen medios más que suficientes para defenderse y reivindicar sus derechos en todos los foros, sin más cortapisas que las establecidos por las leyes. Me asombra la tendencia a considerar a los deportistas como depositarios del honor nacional y a convertirlos en “intocables”. Me asombra que los mismos españoles que no soportan que, ni siquiera en clave de humor, se dude de la honorabilidad de Contador, Nadal, Casillas, y tantos otros “héroes deportivos“, acepten sin la menor protesta el que propios y extraños ofendan gravemente a los jueces del Tribunal Supremo llamándolos fascistas y acusándolos de prevaricación. Me asombra que muchos de esos españoles parezcan disfrutar cuando en algunas publicaciones extranjeras se ponen en duda la solvencia y la honradez de nuestros tribunales. Me asombra que, pese a un panorama así, algunos sigamos sintiéndonos orgullosos de ser españoles.

viernes, 10 de febrero de 2012

La radio pública

Desde los primeros años de la democracia han sido muchos los que han cuestionado el ser de la nación española. Algunos nacionalistas la niegan sin tapujos, ciertos “próceres” socialistas la consideran discutible. Tiene derecho a hacerlo. Lo que me ofende es el trabajo de zapa, el trabajo subrepticio. Desde la sistemática utilización de expresiones tales como "este país" o "el estado español" para evitar la palabra España, hasta la más sutil eliminación del término "nacional" en la denominación de instituciones y organismos oficiales, escuelas públicas por colegios nacionales, agencia estatal por instituto nacional, etc. han sido curiosas formas de ir minando entre la población la conciencia del ser de la nación.
Especialmente interesante ha sido el caso de Radio Nacional de España. Fundada en 1937, en plena guerra civil, y con el monopolio informativo hasta 1977, la Radio Nacional perdió su nombre a finales de los setenta (1979) para pasar a llamarse Radio 1. La radio nacional seguía así el mismo camino que las otras instituciones “desnacionalizadas”. Pero en el año 2008 se produce un, a mi juicio afortunado, retorno al nombre tradicional y las emisoras de información general propiedad del estado vuelven a llamarse Radio Nacional de España. El cambio a Radio 1 no había calado en la población, que había seguido llamándola “radio nacional”, por lo que el retorno a la denominación tradicional pasó casi desapercibido. Sin embargo algunos periodistas de “la casa” parecen no haber aceptado el nuevo cambio y se resisten a que de sus bocas salga la palabra “Nacional”. Destacan en esta línea las actitudes de los directores de dos de los programas de mayor audiencia, don Juan Ramón Lucas y doña Silvia Tarragona, que prefieren llamar a la radio que les paga su sueldo (con el dinero de todos los españoles) “La Pública”.
Públicas son todas las radios propiedad de cualquiera de las administraciones, del estado, de las comunidades autónomas, de los ayuntamientos, y no es un término válido para identificar a RNE. No creo que sea demasiado pedir a los señores que trabajan para una entidad el que no le nieguen su nombre. Sería triste que tras esa actitud se escondiese una intencionalidad política.




viernes, 27 de enero de 2012

Las buenas intenciones del lehendakari.

Creo que las últimas noticias sobre ETA, sobre las declaraciones del presidente del gobierno vasco y las del famosísimo grupo de "mediadores internacionales" ponen de relieve la actualidad de la entrada que en su día titulé "El síndrome Austriaco".

Ahora, cuando todos queremos creer en el final del terrorismo de ETA y en un futuro sin víctimas ni victimarios, llega el momento de mirar hacia atrás, sin ira pero sin ceguera, para intentar comprender el pasado y presente de la sociedad vasca y para poder entrever su futuro. Quizás el hecho que más llama la atención en el comportamiento de los dirigentes políticos que ostentan la representación de la mayor parte de la población de las tres provincias sea el afán de crear un caldo común en el que todos los que deberían sentir vergüenza por sus actos: asesinos, cómplices de los asesinos, jaleadores de los asesinos, indiferentes ante los asesinos; se unan a los muertos, a los mutilados, a los heridos, a los amenazados, a los expulsados, a los insultados; para formar la nueva categoría de "víctimas de la violencia". Esa categoría se extiende como una gigantesca ameba y poco a poco va englobando a la totalidad de la sociedad vasca. ¡Todos los vascos han sido víctimas de la violencia! afirman con perseverancia los dirigentes del PNV, del PSE, de Ezker Batua y de esos otros que se llaman a sí mismo abertzales. Las almas bienintencionadas posiblemente los crean al considerar que, de una o de otra forma, cincuenta años de monstruoso terrorismo han debido afectar a todos. Eso es cierto. Pero ¡ojo! ¡No nos confundamos! Ese victimismo colectivo que se postula con tanta insistencia es solamente un intento de cubrir el pasado con una muy conveniente amnesia. El País Vasco se prepara para adoptar "el síndrome austriaco" como única manera de lograr que una buena parte de sus habitantes puedan mirarse al espejo sin sentirse indignos.

Desde la derrota de Alemania en 1945 los austriacos prefieren no hablar de la guerra, y en caso de tener que hacerlo ponen por delante, de forma unánime, la condición de "primera víctima del nazismo" que, en la declaración de Moscú de 1943, los aliados concedieron al país a cambio de su futura neutralidad y del compromiso de entregar a la justicia los criminales de guerra. Si hubiésemos de creer lo que cuentan los austriacos, los únicos responsables de lo acontecido durante la guerra fueron los nazis alemanes que controlaron el país desde su anexión al Reich, y ellos fueron solamente víctimas. Los pacíficos habitantes del país alpino prefieren olvidar que la anexión al Reich se hizo con la colaboración de un poderoso partido nazi austriaco, que las tropas alemanas no encontraron la menor resistencia cuando ocuparon el país, que la mayor parte de la población austriaca aceptó la anexión sin problemas y que muchos fueron los que colaboraron, y los demás callaron, en la persecución, deportación y exterminio de judíos, de gitanos, de comunistas y de cuantos sufrieron el anatema nazi. Lo más triste es que esa interpretación farisea de la historia ha llegado a convertirse en dogma de fe para el común del pueblo austriaco.

No hemos de tardar mucho en ver como únicamente se escuchan en España las voces infatuadas que proclaman a todos los vientos que lo acontecido fuera y dentro del País Vasco fue culpa del conflicto político causado por la sinrazón de España y Francia y que el pueblo vasco solamente ha sido la gran víctima. Se obviarán los cientos de asesinatos de ETA, se potenciará el eclipse de los que sufrieron el terror en sus carnes, se negarán las cosechas de nueces del PNV, se silenciará cualquier alusión a la repugnante cobardía de los que vieron impasibles como se perseguía y se asesinaba a sus vecinos. En esa confortable visión del pasado, que se extiende como una mancha de aceite dentro y fuera de las vascongadas, solamente existirán las "víctimas de la violencia" y si alguno se atreviese a preguntar por el destino de los verdugos se le acusará de boicotear la paz. ¿La paz de los cementerios?

miércoles, 25 de enero de 2012

El poder y la gloria.

Con un punto de rubor he tomado prestadas a Grahan Greene las palabras que sirven de entrada a estas líneas. Unas palabras que fueron utilizadas por el gran escritor americano para titular la más famosa de sus novelas, “The power and the glory”.
Me han llenado de preocupación las imágenes que las televisiones nos están ofreciendo sobre el desarrollo de los juicios al juez Garzón  y sobre los espectáculos que los seguidores del magistrado protagonizan en todos los foros y ante todas las audiencias. Creo que lo que podrían haber sido sanos posicionamientos jurídicos, o incluso ideológicos, ante unos hechos opinables, está derivando por unos derroteros que se alejan cada vez más de la racionalidad y del respeto a las instituciones.
Es absolutamente normal, preceptivo diría yo, que las defensas no estén de acuerdo con las conclusiones de la instrucción y que dediquen todos sus esfuerzos a rebatirlas, pero no es frecuente que el procedimiento para ello sea la descalificación inclemente del instructor. La dureza empleada por el abogado defensor de Garzón en la causa de “los crímenes del franquismo”, Gonzalo Martínez Fresneda, para con el magistrado Luciano Varela, se aleja mucho de la cortesía que suele imperar entre los abogados en sus relaciones con jueces y magistrados, pero, a fin de cuentas, encaja en el cometido propio de un defensor. Mucho más inusual parece la actuación del fiscal Luis Navajas. Es sabido que el representante del Ministerio Público no ha visto delito en las actuaciones de Garzón y postula su libre absolución y, en consecuencia, era de esperar que su intervención se mostrase favorable al magistrado. Pero lo que no era previsible es que, haciendo honor a su apellido, el fiscal Navajas acuchillase al instructor con una dureza que no creo haya tenido precedentes en toda la historia del Tribunal Supremo.
Pero no ha sido únicamente en las salas de vistas donde se están produciendo situaciones sorprendentes. No es frecuente que un fiscal, ni siquiera un fiscal jubilado, arremeta contra el Tribunal Supremo acusando a sus jueces de ser “instrumentos de la actual expresión del fascismo español”. Es cierto que el fiscal Carlos Jiménez Villarejo mantuvo durante toda su vida activa un posicionamiento ideológico muy próximo  al ala izquierda del arco político, pero nadie había dudado nunca de su integración en el sistema judicial ni de su profesionalidad; por lo que sus exabruptos producen perplejidad a muchos españoles.
Menos sorprendente ha sido el posicionamiento de nuestros ínclitos comunistas de cabecera, comunistas vergonzantes desde luego, Gaspar Llamazares  y Cayo Lara, que nunca han dudado en tomar partido por cualquiera que se enfrente al orden establecido, sea ETA, Izquierda Republicana de Cataluña o un nuevo rey mago. Para don Gaspar y el señor Cayo, descalificar el Tribunal Supremo no conlleva ningún problema de conciencia.
Esperada, pero no por ello menos deplorable, ha sido la intervención de los representantes de esas ONGs que pretenden tener en lo moral el mismo poder que las agencias de calificación han logrado en lo económico. Pretenden estar por encima de leyes y gobiernos, y se consideran con derecho a declarar “dogma de fe” lo que no son más que sus posicionamientos éticos. Posicionamientos que pueden ser perfectamente legítimos y acertados muchas veces, pero que no por ello dejan de ser cuestionables en otras ocasiones. En las interpretaciones que Human Rights Watch, Amnistía Internacional, la llamada Comisión Internacional de Juristas, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y otras organizaciones mejor o peor intencionadas, hacen de las causas abiertas a Garzón, llama la atención el hecho de que todas ellas cuestionan, en mayor o menor elegancia, la solvencia y la ecuanimidad de los jueces del Tribunal Supremo. Y las cuestionan sin más argumento que dar por hecho la existencia de una conjura de la extrema derecha contra el juez.
A lo largo de todo el affaire, el partido socialista y el gobierno de Rodríguez Zapatero, haciendo bueno lo de  pelillos a la mar con el asunto de “el señor X”, han apoyado discretamente a Garzón, preferentemente dando soporte económico  a las muchas asociaciones que han proliferado al calor de esa tan traída y llevada memoria histórica que tan querida resulta a don José Luis. Pero no han sido pocos los socialistas de pro que se han manifestado públicamente en la misma línea que los próceres de Izquierda Unida.
Lo que no escapa a muchos es que nuestro juez estrella está triunfando plenamente en su camino de ascensión al Olimpo. Sean las que sean las sentencias que se dicten en los procesos en que está incurso, don Baltasar recibirá de sus incondicionales los laureles del triunfo, ya sea como “víctima inocente del fascismo” o como “heroico vencedor de los enemigos de los derechos humanos”. Quien en un tiempo fue un paradigma de laboriosidad y discreción lleva ya años cubierto con el manto de la contemplación egocéntrica. Pero desde que, gracias a sus incursiones en la justicia universal y a su militancia en lo que podemos llamar anti franquismo retrospectivo sobrevenido, logró el aplauso de ese variopinto mundo que con tanto ardor lo jalea, sus desvaríos han  alcanzado las más altas cotas. Basta contemplar su solemne figura y lo ampuloso de sus gestos para percibir lo profundo de su egolatría, lo descomunal de su endiosamiento. El juez Garzón se considera por encima del Tribunal Supremo, no se cree sujeto a ninguna de las leyes que deben acatar el resto de los españoles. El juez Garzón está convencido de que sus razones son la verdad y la vida y de que quien se oponga a ellas debe ser anatema.
Deberían  tener en cuenta el señor  magistrado y sus corifeos que lo que ahora parece a algunos un acontecimiento histórico no será más que un destello fugaz en el devenir de los tiempos y que los héroes de de hoy suelen ser los juguetes rotos de mañana. Más le valdría a don Baltasar Garzón tener un momento de lucidez en sus ensueños y darse cuenta que no se referían a él aquellas palabras, “...tuyo es el reino, el poder y la gloria...”