jueves, 21 de junio de 2012

El País Vasco

La legalización de SORTU por el Tribunal constitucional ha vuelto a llevar a las primeras páginas de los periódicos la para muchos inútil controversia sobre la adscripción o no a ETA de las formaciones políticas de la izquierda nacionalista vasca. La resolución del Constitucional, como todas las suyas, está mucho más próxima a las premuras políticas del momento que a los preceptos de nuestro ordenamiento jurídico y a las consideraciones éticas que debían conformar todo cuanto emane de tan campanudo órgano del Estado y, como tal resolución política, únicamente sirve para mostrar el divorcio existente entre la realidad del País Vasco y los inútiles esfuerzo para templar gaitas de los dirigentes de este desastre que todavía llamamos España.
Hace ya mucho tiempo que en el País Vasco se vive al margen de la Nación española y es una realidad cada día más pujante, cuantitativa y cualitativamente, el independentismo de una muy buena parte de la sociedad de las tres provincias. Nadie debería asombrarse ni escandalizarse por ello, ni aquellos Padres de la patria que redactaron una constitución ambigua en muchos de sus artículos, ni los españoles que la aprobaron en referendo por aquello de ser mal menor, y mucho menos puede hacerlo ese socialismo que no dudó en pactar con un PNV en minoría tras las elecciones de 1984 y posteriormente, en 1986, tuvo a bien cederle el gobierno de Vitoria pese a haber sido el partido más votado. Tampoco puede llamarse a engaño una Izquierda Unida, Esker Batua, que en aras de cerrar cualquier camino a la derecha del PP nunca dudó en cogerse del brazo del PNV, o lo que es lo mismo del brazo del único partido confesional de España y del más conservador de cuantos han existido y existen en nuestro país, ni en darse besos de tornillo con esa izquierda nacionalista tan indudablemente próxima al mundo del terror. Salvo en la última legislatura el PP nunca ha jugado un papel reseñable en la política vasca ya que, menos en Álava, su espacio sociológico ha estado siempre copado por el PNV, y por ello su contribución a la deriva secesionista, contribución en modo alguno despreciable, la ha realizado siempre desde Madrid y presionado por la necesidad de tener al PNV como aliado cuando ha gobernado sin mayoría absoluta.
No me cabe duda de que los que han acogido con alborozo la decisión del tribunal han sido los miembros del entramado filoetarra conocido como “izquierda abertzale” viendo como los “democráticos” asesinatos y extorsiones de sus colegas armados les van abriendo el camino del gobierno vasco. También deben gozar con las albricias provenientes del Constitucional los seguidores de ”Dios y las leyes viejas” al observar como los herederos de aquellos cachorros de su partido que se lanzaron al monte en los años sesenta van logrando los objetivos propuestos y llenando de nueces el saco del Sr. Arzallus.
Pero ya no es momento de rectificar nada ni de lamentarse por los errores cometidos. No creo que tardemos mucho en contemplar los primeros pasos en firme de los vascos hacia su independencia y, nos guste o no, estamos obligados a aceptar lo que ellos decidan. No se puede obligar a nadie a sentirse español y, a mi juicio, es mejor que los que no tengan ese sentimiento busquen libremente su futuro al margen de España. Únicamente existe una sombra en el horizonte: La sociedad vasca está terriblemente herida por los cuarenta años largos de terror y, tal como escribí en este mismo blog, “A lo largo de esos años marcados por los asesinatos, los secuestros, las extorsiones, el terrorismo callejero y tantas otras barbaridades, hemos visto la cobardía y la barbarie de muchos vascos que se declaran demócratas por activa y por pasiva”,"...se silenciará cualquier alusión a la repugnante cobardía de los que vieron impasibles como se perseguía y se asesinaba a sus vecinos...", ” ...asesinos, cómplices de los asesinos, jaleadores de los asesinos, indiferentes ante los asesinos; se unirán a los muertos, a los mutilados, a los heridos, a los amenazados, a los expulsados, a los insultados; para formar la nueva categoría de "víctimas de la violencia...". Pueden parecer exabruptos pero son palabras que responden a una  realidad que no puede obviar nadie y, de hecho, la sociedad vasca, como conjunto, ha “comprendido" siempre la existencia de ETA y con el pañuelo más o menos cerca de la nariz ha aceptado los centenares de muertos, los miles de heridos y humillados como algo “inevitable y encaminado a un fin  tan democrático como es el de lograr el autogobierno del pueblo vasco ”.
Quizás en un futuro no muy lejano, en un País Vasco independiente o todavía ligado a España, algunos sigan considerando que todos los métodos son válidos para lograr los objetivos políticos e impongan sus ideas por el democrático sistema de anular, política o físicamente, a los discrepantes. Y puede que para ello no duden en aplicar “medios expeditivos”. ¡Que Dios proteja a los vascos!

lunes, 18 de junio de 2012

DE ESPAÑA (HOY)

Del blog de Emilio Díaz


La contemplación de las celebraciones por el Jubileo de la reina Isabel II en Gran Bretaña te ha provocado reflexiones. Tales espectáculos son imaginables en España sólo por motivos religiosos o deportivos. Obvias los segundos porque son de antes de ayer. Lo religioso, sin embargo, tiene dos mil años. La esencia de España es el catolicismo. El catolicismo marcó la identidad de la vieja Hispania desde tiempos tardorromanos y visigóticos. Hay otros países en los que el catolicismo es históricamente fundamental. Portugal, Polonia, Italia, Francia, Irlanda, Hungría, Austria, Baviera. Pero ninguna de estas naciones hubo de enfrentarse durante ochocientos años a la amenaza de otra civilización que pretendía erradicarlo de sus tierras. Quizá Polonia o Irlanda pueden equipararse. Pero mientras en éstas el catolicismo fue resistencia ante la derrota y la miseria, en España el catolicismo pasó pronto de ser foco de rebeldía a estandarte del triunfo. El catolicismo surtió, así, de combustible el espíritu de todos los pueblos de la península durante los tiempos de recuperación de las tierras arrebatadas por la morisma. Los reinos podían tener sus tradiciones y sus dialectos del latín, pero la fe los unía. La reforma protestante solidificó con Trento los lazos que ataban a las gentes de España. Los aragoneses, castellanos y navarros podían tener sus discrepancias, pero la derrota del hereje los mantenía en un mismo objetivo. Las monarquías pudieron ser durante milenios más o menos absolutas, pero su apoyo en la Iglesia Católica les dotaba de la solidez necesaria para su sustento. En las Españas no hubo una cohesión entre el trono y el altar, sino un altar que servía de cimiento y ornato al trono. Tan potente era este rasgo de identidad que los ilustrados españoles nunca renunciaron al catolicismo ni atacaron a la Iglesia. Incluso contaron con clérigos entre sus filas.