miércoles, 24 de abril de 2013

Indigencia intelectual y voto.

A cualquier persona sensata que analice los resultados de las elecciones en España, nacionales, autonómicas o locales, le resultarán difícilmente explicables las reiteradas victorias de algunos personajes y de algunos partidos. La existencia de un voto sociológicamente cautivo es una constante en todos los países del mundo, pero su peso en el conjunto del electorado es siempre inversamente proporcional a la cultura política de los pueblos. En los países cultos, la alternancia  en el gobierno de las formaciones políticas suele estar dictada por la implacable penalización de los electores a los errores de sus gobernantes y, ¡mucho más aún!, a cualquier signo de corrupción económica o ética.
Cuando dirigentes y partidos políticos gobernantes de dudosa trayectoria (por llamar de forma caritativa a algunos comportamientos verdaderamente repugnantes, si no delictivos) no solamente no son castigados por sus electores sino que incluso consiguen mejorar sus resultados votación tras votación, cabe preguntarse por la capacidad  real de esas sociedades para el ejercicio del sufragio o, lo que es lo mismo, para hacer del país una verdadera  democracia. ¿Qué monstruosa aberración moral permite a tantos valencianos  y baleares votar lo que votan? ¿Qué gigantesca ignorancia hace que muchos andaluces voten a los que llevan decenios robando los caudales públicos y creyéndose dueños del cortijo? ¿Qué clase de ceguera impide a miles  de catalanes y a vascos separar sus sentimientos nacionales, totalmente honorables, de la aceptación cómplice del comportamiento moralmente perverso de muchos dirigentes nacionalistas? ¿Qué impide a los pueblos de España actuar en política de forma parecida a la de las sociedades avanzadas del mundo occidental? ¿Qué nos falta a los españoles?
Por mucho que busquemos otras justificaciones y excusas, yo solamente consigo encontrar la causa de nuestros males políticos en nuestra ignorancia, en nuestra incultura, en nuestra cortedad intelectual.

jueves, 11 de abril de 2013

Otra entrada antigua que se mantiene de actualidad


Adiós, Cataluña, adiós.

Una multitudinaria, y bien organizada, manifestación independentista ha venido a recordarnos a todos los españoles algo que muchos de nuestros líderes no quieren oír pero que los políticos catalanes, y la inmensa mayoría de los directivos y portavoces de las instituciones publicas y privadas de Cataluña,  nos vienen repitiendo día tras día, mes tras mes, año tras año: Cataluña no tiene encaje en España. Los catalanes no se sienten españoles. Cataluña está siendo expoliada por España. Cataluña tiene derecho a un estado propio. Cataluña quiere ser independiente de España.
No creo que  sea conveniente, ni viable, obligar a nadie a ser español, ni francés ni catalán, y todos los nacidos en España tenemos derecho a renunciar a la nacionalidad y buscar mejor acomodo en el concierto de los pueblos. Otra cosa es la segregación de un territorio, que durante muchos siglos ha formado parte de un estado, para constituir una nueva nación independiente. Cataluña no es una finca de los partidos políticos y si existe una titularidad de los derechos de propiedad del territorio esta corresponde a todos y cada uno de sus habitantes.No creo que todos los catalanes sean partidarios de la separación de España y me preocupa la manera en la que sería posible, llegada la secesión, salvaguardar los derechos de los que se sienten españoles. No sé, ni creo que nadie sepa, cual sería el tanto por ciento de independentistas necesario para justificar moralmente la toma de una decisión de tanta transcendencia para unos y otros. Es claro que los políticos arrimarán a sus sardinas las condiciones para que las mayorías necesarias se dispongan como convengan a sus intereses, sin reparar en zarandajas morales y otras cuestiones humanas políticamente intrascendentes.
Con la misma timidez y la misma dispersión de siempre, dirigente políticos e intelectuales de todas las raleas han salido al paso de la reclamación catalanista con los argumentos mil veces repetidos: La falsificación de la historia que hacen los nacionalistas, el victimismo económico carente de fundamento, la imposibilidad legal de la secesión, la solución federal de los problemas del estado, etc.etc.. Es increíble que señores tan sesudos no se hayan percatado todavía de que el independentismo actual de Cataluña, y el de otras regiones de España, está blindado ante la razón y es insensible a las razones. Treinta años de lavado de cerebro en las escuelas y la utilización masiva de los caudales públicos en favor de todo lo catalán y en contra de todo lo español, han hecho surgir nacionalistas radicales incluso en familias de inmigrantes  cuyas raíces están aun muy vivas en otros lugares de España. Creo que es inútil intentar remediar ahora lo que los errores de nuestra, tan alabada como colmada de barbaridades, transición a la democracia estropeó. Para desgracia nuestra, la cosa ya no tiene arreglo.
Tal como, con otros fines, afirmaba hace pocos días el Sr. Mas, creo que somos muchos los españoles que estamos cansados. Estamos cansados de la reivindicación continua de privilegios económicos por parte de esas que se convino llamar nacionalidades históricas. Estamos cansados de que se nos considere responsables malintencionados de pretendidas desgracias ajenas. Estamos cansados de someternos a las extorsiones de unas gentes que extienden una mano para exigirnos dinero y con la otra nos hacen higas y cortes de manga. Estamos cansados de que se nos ofenda sistemáticamente atacando nuestros símbolos nacionales mientras se nos pide que respetemos y reverenciemos los ajenos.  Creo que ha llegado el momento de que los catalanes, que siempre han exigido el derecho a decidir, decidan:  Una de dos. O dentro de España en igualdad con el resto de los españoles o fuera de España.
Pero una cosa debe quedar clara:  Fuera de España significa fuera de España. Me producen estremecimiento algunas de las cosa que hemos oído en el pasado y que se están repitiendo estos días: Según algunos políticos  de C.y U. y de otros partidos catalanes, la Cataluña independiente mantendría unas relaciones muy estrechas con España y, atendiendo a algunos significados líderes del mundo del fútbol, aunque Cataluña llegue a ser independiente y con federaciones deportivas propias, el Barcelona seguirá compitiendo en la liga  española de fútbol. etc.etc.  Vamos allá, algunos quieren teta y sopas y suspiran por poder oír misa y repicar. Juraríamos que muchos de los catalanes partidarios de la independencia no lo son tanto a la hora de buscarse la vida al margen de España. Me recuerdan estos señores a esos hijos de familia que se independizan de sus padres para no contribuir a la economía familiar ni tener que acatar las normas de la casa, pero que  siguen comiendo la comidita de mamá cuatro o cinco días por semana y todos los sábados siguen llevando la ropa sucia a la casa paterna  para que se la laven y se la planchen. ¡No!. No me opongo a que los catalanes se separen de España, pero antes tienen que comprender y aceptar que situarse fuera de España implica no esperar que Barcelona siga siendo la capital mundial de la edición de libros en lengua española. Fuera de España implica que muchos españoles preferirán comprar un coche fabricado en Valladolid, Valencia o Vigo antes que uno salido de una fábrica de Barcelona. Fuera de España implica que serán cientos de miles los titulares de cuentas de la Caixa que las cancelen para llevar sus dineros y sus nóminas a otras entidades. Fuera de España implica que las empresas con domicilio fiscal en Cataluña serán foráneas para España y para los españoles. Fuera de España es fuera de España, mis queridos compatriotas catalanes. Y no creo que necesitemos recordar a los orgullosos señores de las cuatro barras de sangre que para ser miembro de la Unión Europea hay que contar con la opinión favorable de los demás países, España entre ellos.