jueves, 9 de agosto de 2012

De tiendas con Sánchez Gordillo.

Estos últimos días el calor nos invita a permanecer a la sombra y a no hacer nada, ni siquiera pensar. Ha tenido que producirse la visita a unos supermercados de nuestro ínclito alcalde de Marinaleda, acompañado por sus acólitos del ahora llamado Sindicato Andaluz de Trabajadores (El antiguo SOC parece haber abandonado lo de Obrero y del Campo), para decidirme a sacudir la pereza y sentarme ante el teclado dispuesto a pergeñar una nueva entrada en el blog.
Creo que en estos momentos todos los españoles, y muchos de los que habitan más allá de los Pirineos, están perfectamente informados de la última genialidad de ese personajillo que ha sabido explotar la milenaria ignorancia de una parte nada desdeñable del campesinado andaluz para montar, en compañía de su inseparable Diego Cañamero, un tinglado político sindical que les ha permitido vivir del cuento los últimos treinta y cinco años. Digo vivir del cuento porque los proyectos y aspiraciones que emplean como bandera para obtener apoyo en las elecciones entran dentro de lo quimérico y porque gracias a esas quimeras ninguno de ellos ha vuelto a dar golpe en su vida.
Pero sería ingenuo despreciar los logros de tan insignes patriotas. Marinaleda, El Coronil, Casariche, son solamente los pueblos más conocidos de la media docena larga que desde la transición han constituido el feudo del SOC y sus creadores. De las prácticas “democráticas” que se han utilizado y se utilizan para controlar a los vecinos de la zona se cuenta y no se acaba. Practicas, a caballo entre las del más puro estalinismo y las del castrismo más paternalista, adornadas con algunos toques de revolución “kultural”, que han permitido a Gordillo y compañía mantener sus cargos políticos-sindicales elecciónes tras elecciónes. El SOC es como un PRI andaluz y desde hace muchos años los municipios dominados por tan singular sindicato constituyen un territorio comanche en los que la cultura occidental y la democracia parlamentaria brillan por su ausencia.
Cada vez que el señor Gordillo o alguno de sus fieles seguidores es noticia en la prensa siento que el sonrojo se apodera de mi cara y debo confesar que en esas ocasiones me avergüenzo de ser andaluz, aunque yo lo sea por decisión propia. La simple imagen de nuestro marinaledito ocupando la portada de un periódico, con su pañuelo palestino y su estética progre-mugrienta, imagen incompatible con el mundo en que los españoles creemos vivir, me produce una mezcla de consternación y tristeza tan enorme que ya no levanto cabeza en todo el día.  Pido a Dios que se apiade de mí y haga que, como le sucedió a Saulo, los señores del SOC se caigan del caballo y vean la luz (o por lo menos las estrellas).