sábado, 11 de febrero de 2012

Garzón ante la ley. www.todoebook.com

 www.todoebook.com/GARZON-ANTE-LA-LEY-Y-EL-TRIBUNAL
Este libro de ensayo titulado “Garzón ante la Ley y el Tribunal Supremo” trata de analizar la trayectoria de Baltasar Garzón Real, como juez instructor en los últimos veinte años de la historia de España. No puede negarse que su labor ha sido relevante al frente del Juzgado Central de Instrucción nº 5 de la Audiencia Nacional.
Se analizan y comentan en la primera parte del libro algunos casos instruidos por Garzón en su primera etapa en la Audiencia Nacional, relativos al narcotráfico, el terrorismo y la corrupción política, que no siempre fueron acertados, debido principalmente al desmesurado deseo de publicidad del “juez estrella”. Los casos denominados “Operación Nécora”, “Ran”, “Hilo Verde”, o bien el caso “Al Kassar”, son una muestra de la poca consistencia jurídica de los sumarios instruidos.
Una segunda época de transcendencia política fue su incorporación al gobierno de Felipe González. Se exponen los continuos enfrentamientos con Juan Alberto Belloch, con Rafael Vera y con otros altos cargos del Ministerio del Interior. Su fracaso y frustración al no conseguir ser nombrado ministro con Felipe González, le llevó a aislarse del gobierno y a buscar la revancha, como manifestó al despedirse en el Congreso de los Diputados.
Una tercera etapa, y la más conflictiva, ha sido la que va desde su reincorporación a la Audiencia Nacional, con su actitud en el tema de los GAL. El cierre de EGIN o el caso “Faisán” son ejemplo de poca dedicación. Su vuelta a España coincide con la aprobación de la Ley de la Memoria Histórica, que le llevó a un revisionismo y a una ruptura jurídica tan contumaz, que originaría una querella por prevaricación, admitida por el Tribunal Supremo. Prácticamente en el mismo año fue presentada otra querella al haber laminado el derecho de defensa en el “Caso Gürtel”. Finalmente una tercera querella, al haber intervenido en la captación irregular de dinero, para la financiación de unos cursos que dirigió en la Universidad de Nueva York.
La ley es ley para todos, y no podía ser excluido el juez Garzón, quien llegó a pensar que su particular interpretación de las normas jurídicas le mantenía a salvo de cualquier imputación. La última palabra sobre los hechos que se exponen en este libro de ensayo la tendrá el Tribunal Supremo
Autor
MANUEL TRIGO CHACÓN, Doctor en Derecho Internacional con Sobresaliente “cum laude” por la Universidad Complutense, y Diplomado en economía y sociología. Es también Diplomado en Altos Estudios Internacionales por la Universidad de París. Cursó estudios de Economía en Londres. En 1963-64, fue destinado a Oriente Medio, donde fue miembro de la Delegación Jordano-Israelí de la ONU. En 1972 publica, basado en su tesis doctoral “La Empresa Multinacional”. Colaborador habitual en prensa y radio, publicó en 1994 “Manual de Historia de las Relaciones Internacionales”, y en 1996 su “Derecho Internacional Marítimo”. Posteriormente, en 1999, publicó “El Caso Pinochet ante la Justicia Universal”. Profesor de la Universidad Complutense y de la UNED, donde desempeñó la cátedra de Derecho Internacional. Promovió la creación de la Universidad “Miguel de Cervantes”, de la que fue presidente. Ha sido fundador y director de JURIS, Escuela Superior de Práctica Jurídica.
Como escritor su libro de ensayo “Los Nuevos Feudales I. de las Multinacionales a la Globalización” y “Globalización y Terrorismo”. Su primer libro de narrativa es “Diario de un Opositor”. Posteriormente “La esposa maltratada” y “Oriente Medio. Encrucijada de la Historia”. Recientemente ha publicado “Breves relatos de mujeres”, “La España Imperial” y “Los Estados y las Relaciones Internacionales”, en dos tomos.
Como rotario ha sido presidente del Rotary Club de Madrid. Fundador del Rotary Club de Castilla del Henares, y más recientemente del de Torrelodones.

La ofensa nacional.

La facción más estúpida, pueblerina e inculta de la sociedad española está indignada con Francia y con los franceses. Vociferantes de todos los colores políticos han asaltado las páginas de los periódicos y los micrófonos de radios y televisiones para denunciar el ultraje a la "honra nacional" perpetrado por una emisora de televisión de allende los Pirineos. ¡La ofensa ha sido terrible! Con la excusa de la condena del ciclista Contador por un asunto de doping, un programa de humor en televisión, Los Guiñoles de Canal Plus, ha hecho objeto de sus sátiras a lo más granado de nuestro deporte, insinuando que sus triunfos internacionales se deben a los estimulantes. ¡Muerte al gabacho! Claman algunos. Pero la indignación no solamente ha ofuscado los cerebros del pueblo llano. Llevado no sé si por su propia incultura o por un populismo trasnochado, el gobierno de nuestra triste España ha unido sus protestas a las del coro de “humillados nacionales” y anuncia la presentación de quejas y reclamaciones ante las autoridades galas.
Me asombra la sensibilidad de las muchedumbres hispánicas ante las burlas más o menos acertadas y elegantes que han sufrido algunos deportistas famosos. Debe tenerse en cuenta que estamos hablando de profesionales extraordinariamente bien pagados que, si se consideran ofendidos, tienen medios más que suficientes para defenderse y reivindicar sus derechos en todos los foros, sin más cortapisas que las establecidos por las leyes. Me asombra la tendencia a considerar a los deportistas como depositarios del honor nacional y a convertirlos en “intocables”. Me asombra que los mismos españoles que no soportan que, ni siquiera en clave de humor, se dude de la honorabilidad de Contador, Nadal, Casillas, y tantos otros “héroes deportivos“, acepten sin la menor protesta el que propios y extraños ofendan gravemente a los jueces del Tribunal Supremo llamándolos fascistas y acusándolos de prevaricación. Me asombra que muchos de esos españoles parezcan disfrutar cuando en algunas publicaciones extranjeras se ponen en duda la solvencia y la honradez de nuestros tribunales. Me asombra que, pese a un panorama así, algunos sigamos sintiéndonos orgullosos de ser españoles.

viernes, 10 de febrero de 2012

La radio pública

Desde los primeros años de la democracia han sido muchos los que han cuestionado el ser de la nación española. Algunos nacionalistas la niegan sin tapujos, ciertos “próceres” socialistas la consideran discutible. Tiene derecho a hacerlo. Lo que me ofende es el trabajo de zapa, el trabajo subrepticio. Desde la sistemática utilización de expresiones tales como "este país" o "el estado español" para evitar la palabra España, hasta la más sutil eliminación del término "nacional" en la denominación de instituciones y organismos oficiales, escuelas públicas por colegios nacionales, agencia estatal por instituto nacional, etc. han sido curiosas formas de ir minando entre la población la conciencia del ser de la nación.
Especialmente interesante ha sido el caso de Radio Nacional de España. Fundada en 1937, en plena guerra civil, y con el monopolio informativo hasta 1977, la Radio Nacional perdió su nombre a finales de los setenta (1979) para pasar a llamarse Radio 1. La radio nacional seguía así el mismo camino que las otras instituciones “desnacionalizadas”. Pero en el año 2008 se produce un, a mi juicio afortunado, retorno al nombre tradicional y las emisoras de información general propiedad del estado vuelven a llamarse Radio Nacional de España. El cambio a Radio 1 no había calado en la población, que había seguido llamándola “radio nacional”, por lo que el retorno a la denominación tradicional pasó casi desapercibido. Sin embargo algunos periodistas de “la casa” parecen no haber aceptado el nuevo cambio y se resisten a que de sus bocas salga la palabra “Nacional”. Destacan en esta línea las actitudes de los directores de dos de los programas de mayor audiencia, don Juan Ramón Lucas y doña Silvia Tarragona, que prefieren llamar a la radio que les paga su sueldo (con el dinero de todos los españoles) “La Pública”.
Públicas son todas las radios propiedad de cualquiera de las administraciones, del estado, de las comunidades autónomas, de los ayuntamientos, y no es un término válido para identificar a RNE. No creo que sea demasiado pedir a los señores que trabajan para una entidad el que no le nieguen su nombre. Sería triste que tras esa actitud se escondiese una intencionalidad política.