lunes, 10 de octubre de 2011

Del PER y sus falacias

 Entre los políticos andaluces de todos los colores se ha desatado una oleada de indignación ante las palabras, despiadadas pero certeras, de un dirigente catalán: "Mientras en nuestros campos los payeses no pueden recoger los frutos por la caída de los precios en Andalucía se cobran subsidios para pasar el día en el bar". Quizás mi cita no sea literal pero el sentido y la intención del señor Durán están bastante bien recogidos. El ahora llamado Plan de fomento del empleo agrario (PFEA), anteriormente llamado PER (Plan de empleo rural)  y en sus comienzos Empleo comunitario, ha estado desde los primeros momentos de su creación, plagado de toda clase de corrupciones y corruptelas que desvirtúan cuanto de positivo pudo tener la idea en su origen. Solamente la hipocresía, y el miedo a perder el vivero de votos cautivos del campo andaluz, puede explicar el que nuestros políticos defiendan unos subsidios que, como está claro para cualquier estudioso que los analice, no contribuyen al desarrollo de nuestro campo y han sido un freno para la que las juventudes de los pueblos andaluces centrasen su camino hacia el futuro en el perfeccionamiento personal, en la innovación y en el trabajo. Por un comprensible pudor (ese subsidio avergüenza a todo el que tiene dignidad) nuestras autoridades son reacias a informar con claridad del alcance actual de esos subsidios. Algunos han limitado su repuesta al señor Durán a la afirmación de que el PER ya no existe. No existe PER pero si existe su sucesor y, sobre todo, permanece entre los trabajadores agrícolas de Andalucía la cultura de el subsidio que durante muchos años dio lugar a que en provincias como Huelva se tuvieran que traer trabajadores extranjeros para la recolección de la fresa mientras muchos de los indígenas cobraban el PER (ese subsidio se conoce y conocerá siempre como el PER) y trapicheaban alegremente en la economía sumergida.  Me gustaría que nuestros dirigentes fuesen menos sensibleros ante las críticas, muchas veces acertadas, de señores como Durán y dedicasen sus esfuerzos  a imponer la cultura del trabajo y del esfuerzo en nuestro agro y en nuestras ciudades, con lo que los andaluces no tendríamos que sonrojarnos con tanta frecuencia.

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