lunes, 21 de noviembre de 2011

El crimen alemán

La canciller Angela Merkel se está convirtiendo, ante la opinión pública de los países socios de Alemania, en el monstruo teutón que  antepone sus interese electorales a la supervivencia de la Unión Europea. Su negativa reiterada, y de momento irreductible, a que el Banco Central Europeo compre masivamente la deuda pública de los países más amenazados por las primas de riesgo, y su oposición aún más frontal a la emisión de "bonos europeos" está dejando a una buena parte de Europa  a los pies de los caballos, o de las agencias de rating, que viene a ser lo mismo.
Mientras la mitad de los países de la eurozona ven horrorizados como los intereses que tienen que pagar para financiar sus deudas suben día tras día, en algunos casos hasta niveles insoportables, Alemania recibe dinero a espuertas de unos inversores que se conforman con una remuneración increíblemente baja a cambio de la "seguridad germánica". Conociendo su posición de fuerza, la Sra. Merkel exige a sus socios que se aprieten el cinturón como única forma de salir del trance. Esa política de intransigencia le está resultando muy útil a la canciller;  los alemanes la consideran hoy una heroica defensora de su economía y el muro infranqueable que los protege de la temida inflación.
Posiblemente los alemanes, con su canciller a la cabeza, se encuentren indecisos entre la vocación europea heredada de Adenauer y Kohl y una creciente sensación de rechazo originada  por  la certeza de que algunos países de la Unión están dilapidando alegremente los fondos que reciben como ayuda al desarrollo; fondos que en su mayor parte son de origen alemán. No es difícil imaginar la indignación de un ciudadano de Berlín o de Colonia cuando  llegan a sus oídos los mil y un  fraudes que se destapan cada día acerca del empleo de unos fondos estructurales y de cohesión salidos de sus impuestos, y es muy fácil comprender su negativa a seguir siendo el "pagano de la fiesta" de los alegres países periféricos.
Doña Angela no es especialmente simpática y con toda seguridad está demostrando una inflexibilidad muy en la línea de la "cabeza cuadrada" germana, pero no podemos cerrar los ojos al hecho de que su postura está firmemente asentada en los tratados de la Unión y que es muy difícil encontrar argumentos para deslegitimarla.

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