miércoles, 30 de noviembre de 2011

PSC. ¡Ser, o no ser, es la cuestión!

La posible, e incierta, candidatura de doña Carme Chacón a la secretaría general del Partido Socialista ha reavivado una vieja cuestión: ¿El PSC es parte del PSOE? Quizás la mejor respuesta la encontremos en la web del mismo PSC:  "Aquest nou partit, el PSC, es constituïa com a partit sobirà, autònom respecte del PSOE, però amb un protocol d'unitat que establia la seva participació en els òrgans federals: l'Executiva, el Comitè Federal, i el Congrés. El PSC, per tant, és un partit sobirà federat al PSOE, i això el fa singular en el conjunt del socialisme espanyol ja que, tot i participar en els seus òrgans federals, té personalitat jurídica pròpia, finances independents i manté una total autonomia d'acció en el marc de la política catalana."
Está bien claro. El PSC es un partido soberano con personalidad jurídica y economía propias que, sin embargo, tiene derecho a participar en todos los órganos federales del PSOE. Esta peculiar relación está fundada en al acuerdo, de abril del 77, por el que se produjo la absorción de la Federación catalana del PSOE por el PSC. El partido socilalista catalán, pese a sus pretensiones "históricas" había nacido un año antes por la  fusión  de diversos grupúsculos socialistas catalanes. Un acuerdo tan asimétrico solamente puede hoy comprenderse teniendo en cuenta la indigencia de conocimientos políticos e históricos que caracterizaba a los dirigentes del PSOE de la época.  Posiblemente sean muchos los que en el PSOE actual se asombran de la falta de visión de futuro que los llevó a desaparecer como partido en Cataluña, con la única contrapartida de  intentar asegurar para el "socialismo catalán" la  victoria en las elecciones del 77, e impedir con ello el triunfo de la "derecha".
Pero para comprender el problema no es suficiente conocer la situación "de iure",  ya que en el quehacer diario la que vale es la "de facto". Basta echar la mirada atrás para comprobar como el PSC ha actuado siempre al margen del PSOE, e incluso en contra de sus intereses. Incapaces de enfrentarse a sus socios y dominados por un terrible complejo de inferioridad, los órganos federales del Partido Socialista han minimizado una vez tras otra la importancia de los desacuerdos y la iniquidad de las traiciones de "los compañeros catalanes". Quizás fue Pascual Maragall, primero alcalde de Barcelona y luego presidente de la Generalidad, quien comenzó a dejar ver sin ningún pudor que, en su partido, el catalanismo pesaba mucho más que el socialismo y desde luego mucho más que "lo español". Su deriva nacionalista llegó la cima con el nuevo Estatuto de Autonomía y con el consiguiente referendo, para el que el PSC utilizó el interesante lema  "Sí: guanya Catalunya. No: guanya el PP". Su sucesor en la presidencia y en el gobierno del partido, José Montilla, demostró con su alianza con los independentistas de Esquerra Republicana, y con sus actuaciones como cabeza visible del "tripartito", como el afán de dejar de ser un charnego puede hacer que algunos olviden sus propios orígenes y las tierras de sus padres. Maragall y Montilla, con gran desilución de los no nacionalistas que los habían votado, no perdieron durante sus mandatos  ni una sola oportunidad de demostrar su independencia del PSOE, ni de hacer gala de un catalanismo ultramontano en absurda  competencia con los nacionalismos de CyU y de Esquerra Republicana. Triste es decirlo pero, olvidando que sus bases están nutridas preferentemente por esos a los que los nacionalistas radicales llaman charnegos y  los más "caritativos"  els altres catalans, el PSC ha querido demostrar por activa y por pasiva que ¡a catalanista no le gana nadie! y, claro, ¡así les está yendo en las últimas elecciones!
Ya se oyen voces que, desde dentro del PSOE, reclaman la denuncia de los pactos del 77 y la refundación del partido en Cataluña y son muchos más los que, aún a riego de ser tachados de anti catalanes,  niegan a los  miembros de PSC el derecho a alcanzar la secretaría  general del partido. No es difícil comprender que, con parecidos  antecedentes, el proceder de PSE esté produciendo la misma amarga frustración en muchos socialistas de dentro y de fuera del País Vasco, y que el problema alcanzará tarde o temprano a todas las federaciones del partido. Las recientes derrotas electorales pueden acentuar la disgregación del PSOE o, ¡ojalá fuese así!, servir de revulsivo y propiciar su regeneración. Seamos optimistas. Quizás algún día los "socialistas obreros españoles" intenten corregir los errores que, al apoyar a sus partidos "hermanos", los han hecho cómplices del deterioro creciente de la convivencia entre las regiones de España. Pero deben  actuar con diligencia  ya que el agua derramada es difícil de recoger y  la desesperanza se está extendiendo como una mancha de aceite.

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