viernes, 4 de noviembre de 2011

Grecia y el griego.

  Pese a los esfuerzos de los partidarios de las igualdades erótico-sexuales "el griego" sigue suscitando más rechazos que adhesiones en este nuestro mundo de profundas convicciones machistas. Su denominación tradicional se sigue utilizando como el apelativo más gráfico para todo lo que es molesto y fastidioso. La decisión de Papandreu de consultar a los griegos sobre la aplicación de los acuerdos de la Unión para el segundo rescate económico del país ha levantado un clamor unánime exigiendo responsabilidad y seriedad a la republica helena. La cosa no nos debe extrañar ya que, para muchos de nuestros próceres y para una buena parte de la opinión pública europea, llueve sobre mojado.. Desde su ingreso en la entonces  llamada Comunidad  Europea y en el "selecto club" del Euro, Grecia parece empeñada en aplicar "el griego" a sus socios; un rosario de ocultaciones, engaños y fraudes han jalonado los  tres decenios largos que dura ya su condición de receptor neto de fondos  comunitarios. Cierto es que, en ese mundo del fraude y el engaño, los helenos no han estado nunca solos y los españoles, entre otros, tenemos que ser muy cuidadosos antes de reclamar su excomunión. Cierto también que en épocas de vacas gordas, los alemanes y los franceses, que hoy se nos presentan como paradigmas de la seriedad contable y con ínfulas de inquisidores generales, hicieron la vista gorda ante los dislates económicos y los fraudes más que evidentes de sus socios  y echaron sus redes en el mar revuelto de la ingeniería financiera y la desregulación económica para obtener pingües beneficios.
En los últimos meses estamos asistiendo al repugnante espectáculo de una Unión Europea, carente de líderes y de proyectos comunes, en la que Francia y Alemania (encabezadas por un Nicolas Sarkozy y una Angela Merkel más preocupados por contentar a sus electores que por el futuro de Europa), están imponiendo sus intereses económicos y sus vacilantes necesidades de política interior a los legítimos pero inoperantes órganos directores de  la Unión. Poco están pintando el portugués Barroso y el belga Van Rompuy en las absurdas y casi surrealistas negociaciones encaminadas al rescate económico de Grecia. Menos aún están pintando los demás miembros de la Zona Euro en la búsqueda de soluciones al problema de la deuda, unos porque se sienten al margen de los problemas y otros, entre los que está España, porque son conscientes de sus muchas culpas y carecen de fuerza moral para exigir nada a aquellos que fueron un poco más sensatos en el pasado.
Son los gobernantes y los ciudadanos griegos los principales responsables de la situación actual de su país, pero no podemos exigirles la renuncia total a su soberanía y a la defensa de sus intereses. Un análisis sensato de lo sucedido en el pasado nos haría ver que "el griego" ha sido un deporte practicado por muchos de los países  que hoy se rasgan las vestiduras ante lo que acontece en Atenas. Para asombro de todo el mundo pensante, al otro lado del Atlántico un presidente incapaz de poner orden en su propia casa se permite el lujo de urgir a los europeos la adopción de medidas para acabar con los problemas de la deuda que están "afectando a la economía USA"; quizás alguien debería recordarle "al señor del yes we can" que fueron las maravillas financieras de su glorioso país las que desencadenaron la crisis que nos trae a todos por el camino de la amargura y que son estadounidenses todas esas agencias de calificación de riesgos que, un día sí y otro también, se dedican a sembrar el pánico en los mercados.

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