viernes, 12 de agosto de 2011

Los turistas también aprenden.

Los incidentes de los últimos días en Lloret de Mar suponen una llamada de atención sobre las consecuencias de que en España hasta el más lerdo sepa muy bien que incumplir las leyes no comporta ninguna sanción la mayor parte de las veces. No creo que sea frecuente en ningún destino turístico del mundo civilizado, ni tampoco en los de otros países con menos pretensiones, el que grupos de visitantes se atrevan a enfrentarse a las autoridades locales a botellazos y pedradas y que luego se dediquen a destrozar el mobiliario urbano con una fruición rayana en la vesania. Pero no debemos asombrarnos, los turistas no son tontos y ya conocen las costumbres nacionales mejor que nosotros mismos.  Saben que los locales de ocio no respetan los horarios de cierre, saben que el alcohol se consume sin medida ni control tanto en los locales nocturnos como en la vía pública, saben que en público y en privado hay una gran tolerancia en lo relacionado con el consumo de "ciertas sustancias", saben que los precios de las bebidas son muy inferiores a los que rigen en sus países, saben que muchos comportamientos que en sus lugares de procedencia los llevan irremisiblemente ante un juez aquí se les permiten e incluso se les "ríe la gracia". Saben también que en ciertas zonas de nuestra geografía, se ha renunciado a cualquier intento de ser un destino turístico de "calidad" y lo único que se esfuerzan en ofrecer al visitante es "sol gratuito y alcohol barato". Con esas premisas somos un foco de atracción para masas de individuos inmaduros, de muy escasa cultura, menos poder adquisitivo y nulos condicionante éticos, que nos llegan desde todos los confines de Europa. A muchos ayuntamientos, hoteleros y hosteleros les encantan estos huéspedes porque no demandan calidad,  ni en los alojamiento y los servicios,  ni en el urbanismo y el medio ambiente. Es cierto que son gentes que dejan poco dinero, pero a cambio de él reciben muy poca cosa: alcohol de mala calidad a precios de saldo y arena de playa más o menos limpia. Las palabras grandilocuentes de los munícipes de Lloret  tras los incidentes son casi tan ridículas como las de los representantes de los hosteleros de la población, que con increíble cinismo pretenden convencernos de que la solución al problema está en prolongar la apertura de los locales hasta el amanecer para que los borrachos se vayan directamente a sus hoteles.

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