martes, 30 de agosto de 2011

La guerra del estramonio.

Los regidores de algunos ayuntamientos de esta nuestra asombrosa España han ordenado el arranque de todas las plantas de Datura stramonium asentadas en sus términos municipales. La higuera loca, que es una de las muchas formas en que se llama a la planta, ha merecido la pena capital por cometer el terrible delito de "haberse dejado ingerir" por algunos miembros de ese sector de nuestra juventud capaz de hacer cualquier cosa  con tal de "colocarse". Pido a los dioses que la fitofagia festiva no se convierta en parte esencial de los innumerables botellones y "guateques" al uso de nuestros inmaduros. La flora española, una de las más amplias del hemisferio norte, es rica en especies tóxicas y son muchas las plantas con contenidos más o menos altos de sustancias psicotrópicas que vegetan en nuestra vecindad. La familia de las solanaceas, a la que pertenece el estramonio,  extiende sus especies por todos nuestros  huertos y jardines - muchas son comestibles o de interés ornmamental-, por las cunetas de nuestros caminos y en los múltiples baldíos y muladares que rodean la mayor parte de nuestros pueblos. Si nuestras ínclitas autoridades, espoleadas por el afan de buscar algún culpable que nos permita eludir la responsabilidad de nuestros dislates, declaran la guerra preventiva a nuestro entorno vegetal,  podremos dar un espectáculo  digno de las mejores comedias del cine mudo. Me imagino a los operarios municipales arrancando patatas, pimientos,  tomates, y otros parientes del terrible estramonio, sin perdonar a otros presuntos culpables como las adelfas que adornan jardines y carreteras o las preciosas dedaleras de nuestros montes. La naturaleza está llena de plantas tóxicas capaces de provocar la muerte y de animales que, ¡sin haber sufrido las torturas de la ESO!, saben que no deben comerlas y no las comen. ¡Asombrosa sabiduria  la de las vacas y las cabras! 
Vivimos en un país en el que, si a un niño  lo atropella un autobús cuando patina imprudentemente en la calzada, el ayuntamiento está obligado  a elevar hasta el metro y medio de altura la cerca existente alrededor de la pista de patinar y pedir disculpas a tirios y a troyanos. Si al manipular, con intenciones poco claras, una caseta transformadora  de alta tensión un presunto delincuente sufre una descarga, se levantará un clamor unánime  contra la compañía eléctrica por la "falta de seguridad de sus instalaciones" y todos se volcarán en condolencias para "la víctima".  En España la culpa siempre es de otro. Todo vale menos aceptar y exigir las responsabilidades derivadas de nuestras irresponsabilidades y de nuestras estupideces.

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