martes, 9 de agosto de 2011

Redes Sociales

Los acontecimientos que estos últimos días sacuden Londres tienen un denominador común con los movimientos de masas que se vienen produciendo en distintos países desde hace unos meses. Las "primaveras árabes", las "indignaciones" en España y Grecia y otras manifestaciones del mismo estilo, asombran por la concertación y coordinación de los que participan y por la aparente ausencia de dirigentes. Las llamadas redes sociales se encuentran en la base de estos fenómenos. La velocidad con la que en estas redes se pueden difundir llamamientos y convocatorias solamente es equiparable a la que pueden conseguir las cascadas de mensajes cortos de telefonía móvil. Cascadas de mensajes que los españoles conocemos muy bien por sus efectos políticos tras los atentados de Atocha.
Al igual que otros avances tecnológicos soportados por Internet, como el correo electrónico o las ventas "en linea", las redes sociales están contribuyendo de forma muy importante a la conformación de las nuevas sociedades de la era global. La circulación sin límites de la información y la facilidad de comunicación instantánea entre los individuos han hecho que las nuevas generaciones puedan ver el mundo a través de un prisma que era inimaginable hace solamente veinte años.  A los nacidos antes de los sesenta nos resulta difícil apreciar muchas de las bondades de estos sistemas y tenemos tendencia a fijar nuestra mirada en las facetas negativas  que, naturalmente, también tienen. La falta de complicidad de mucha gente madura con estos  adelantos técnicos viene motivada, en la mayor parte de las ocasiones, por la dificultad que el aprendizaje de su uso conlleva para los que han tenido acceso a  ellos cuando ya no eran demasiado jóvenes. Muchas veces la dificultad de aprendizaje se disimula aparentando desprecio a los nuevos medios, y muchas veces ese deprecio oculta la envidia que los jóvenes, con su enorme facilidad para adaptarse a los nuevos sistemas, producen.
Pero no toda la desconfianza en las nuevas tecnologías  se debe al miedo generado por lo que no está a nuestro alcance. Las redes sociales y las  vías de comunicación electrónicas pueden ser muy peligrosas cuando se utilizan para mover masas. En la que quizás sea la mayor virtud de esos avances técnicos, la inmediatez de las comunicaciones, está su mayor peligro. Convocar a un número ilimitado de personas para reunirse "ahora mismo" en la Puerta del Sol, o ante la sede de un partido político, o en una determinada calle de Londres puede dar lugar a que la premura de la cita y la emotividad del mensaje convocante impidan el análisis reposado de las motivaciones y despejen el camino a  respuestas irreflexivas, con resultados muchas veces no deseados por los participantes.
Al peligro de la irreflexión de las respuestas hay que añadir el del anonimato de los convocantes. Para los ciudadanos corrientes es imposible descubrir el origen de una cascada de mensajes de telefonía o de comentarios en una red social y, por tanto, responden a la convocatoria confiados en la honradez y buena fe de desconocidos. A los que responden a la llamada nadie les garantiza que no existan intereses ocultos en la convocatoria. El anonimato de las convocantes permite salvar cualquier consecuencia  negativa de las concentraciones con la misma respuesta que obtuvo la  búsqueda de los culpables de la muerte del comendador: "Fuente Ovejuna, Señor". Fuente Ovejuna puede ser una excelente y muy hispánica respuesta a las demandas de un tirano, pero es una vulgar y monstruosa cobardía si se utiliza para ocultar a los responsables de un desafuero. Generalmente, salvo que los hechos resultantes de las convocatorias dieren lugar a profundas investigaciones policiales y rigurosas actuaciones judiciales, el anonimato permitirá a los convocantes mantenerse al margen de las consecuencias de sus actos. Y a veces ni siquiera necesitan utilizar el "Fuente Ovejuna",  siempre es posible achacar los desaguisados a "sujetos incontrolados", sujetos cuya existencia es muchas veces dudosa pero cuya evocación es siempre muy conveniente.

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